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Nada te turbe...

viernes, 08 de marzo de 2024
Reflejo de la notoria presencia de las Madres Carmelitas Descalzas en Santiago son, por citar algo, los muchos lugares en los que se halla escrito su pasado.

Si uno va al Archivo Histórico Diocesano puede encontrarse con escritos como el que yo he hallado: el acta de defunción de un maestro de capilla del gran templo compostelano que estaba allí extraviado. Se trata de Pedro Cifuentes, autor de alguna Nada te turbe...de esas letras de villancicos que en otras ocasiones ya he citado.

Si, por contra, uno bucea en las actas capitulares de la Catedral de Santiago no hay página que no nos de noticias de ellas a lo largo de los años. Ahí están narrados los acuerdos y desacuerdos cuando su convento fue fundado. Asimismo, entre las actas de sus protocolos notariales se halla el testamento de Buono Chiodi, músico mitad italiano, mitad compostelano.

Por lo que a mí respeta, las últimas vivencias que tuve recientemente en ese recinto, lugar casi 'sagrado', con inmensas estancias, vacías en su mayor parte -estaban deshaciéndose de cientos de enseres llenos de recuerdos- acontecieron en este febrero pasado. Ese día, casualidades de la vida, muy cerca y de modo inesperado, en la biblioteca del Instituto de Estudos Galegos Padre Sarmiento volví a encontrarme con un impreso que nunca había antes consultado: una obra del franciscano Fray Pedro Bartolomé Casal (1816-1886), gran erudito que, entre otros interesantes escritos nos ha dejado "Memoria de la V. M. María Antonia de Jesús, fundadora del convento de Nuestra Señora del Carmen de Santiago" (Santiago de Compostela: Tipografía de José M. de Paredes. 1870).

Mucho se podrá -y podría- contar, pues, de las Carmelitas Descalzas y su conexión con la ciudad del Apóstol Santo. Como testimonio de sus primeros pasos en esta ciudad, donde tanto han calado, me ciño y les ofrezco -entrecortado pues es largo- el relato de cómo aquí llegaron sin mucha 'corte' y no pocos descalabros, tal y como lo narra su fundadora: María Antonia Pereira do Campo (Cuntis, 1700 - Santiago de Compostela, 1760), más conocida como Madre Antonia de Jesús, "a Monxiña do Penedo" .
***

Fue el 15 de octubre de 1748 -fiesta de Santa Teresa de Ávila- cuando quedó reservado el Santísimo en ese convento, dando comienzo así la historia de este monasterio. El relato es tan prolijo y lleno de detalles que a veces uno se pierde con tan desmedida precisión y 'apuntamento'... Véanse algunos extractos y verán cómo no les miento.

"Ya salimos de dicho lugar [Lugo] después de comer, todas en nuestros coches o literas en la mejor orden que se pudo nuestros padres todos, los que venían delante de nosotras, en sus mulas. Y al llegar cerquita de esta ciudad [Santiago] encontramos con dos señoras solas, viudas, que en un coche o litera nos fueron a recibir para entrar en la ciudad las carmelitas descalzas, donde hay tanta gente que parece una corte. Y con dichas dos señoras y el marqués de Bendaña –que sólo el dicho señor con las santas viudas nos fueron a recibir-, entramos en Santiago. Y nos llevaron por no sé qué calles en nuestras literas, a la santa iglesia del santo Apóstol.
Era tanto el concurso de gente que estaba en el atrio que apenas podíamos pasar adelante; que el dicho señor marqués iba con el bastón que llevaba en la mano, amenazando a la gente para que se apartase, y nos dejaran calle y lugar para pasar. Y así llegamos a tiempo que se acababan las vísperas en el coro. Que no sé quién nos hizo llegar a la capilla mayor del santo a pie del mismo altar. Todas estábamos que apenas veíamos nada del santo Apóstol. Hicimos todas oración y pedimos a nuestro santo patrón nos recibiera de buena gana a su patria, aunque es la que tiene ya en el cielo, la verdadera; pero por razón que es aquí tan venerado su santo cuerpo, Le hicimos nuestras súplicas, las que bien las entendía el santo, que se dirigían a que moviera nuestro Señor, por medio de los ruegos del santo patrón, a las gentes de esta ciudad para que nos admitiesen con más gusto que lo que mostraron algunos sujetos pocas horas antes, cuando nuestros padres les dieron la noticia de nuestra cercanía que bien se conoció pues, sabiéndolo lo más florido y aún toda la gente de dicha patria nada se movió a recibirnos más de las tres personas que llevo dichas. Que sea Dios alabado por todo, que así lo ha dispuesto que entrásemos con tan poco acompañamiento y ruido, del que el mundo hace tanto aprecio.


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Después de un fugaz encuentro con el deán de la catedral -D. Policarpo de Mendoza- y el casual saludo con las monjas de san Pelayo y las de santa Clara -"las claras"-, por fin entraron en su nueva casa...

Después de estar un rato con las claras, las que nos hicieron mucho favor, nos Nada te turbe...vinimos a nuestra casa con el acompañamiento de las tres personas dichas y mucha de la gente que nos vino siguiendo del pueblo. Entramos dentro y nuestro padre provincial nos echó la bendición desde la puerta, la que luego cerramos, y nos quedamos ya solas dentro de nuestra pobre morada, que no nos dio poco consuelo en vernos ya con clausura, aunque lo que empezamos a ver de la casa no era para causar mucha alegría, sino una devoción fúnebre. Porque después de ser dicha entrada a boca noche, empezamos a subir por una escalera de palo, que era más a propósito para poderla subir hombres que para mujeres, por estar los escalones muy altos y apartados unos de otros; pero quiso Dios que luego acertamos con una pieza muy pequeña, que esta dispuesta para coro, y de verla tan chica nos causó devoción bastante, que nos dio motivo de acordarnos del portar de Belén, que aun sería aquél más estrecho y desacomodado para habitar y nacer en él el Rey de cielos y tierra.

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Quedaron así instaladas en una vivienda, por decir algo, que les dio mil quebraderos de cabeza -que a cuento no les traigo- hasta que al día siguiente se celebró allí la primera misa...

Díjose la primera misa y se puso el Santísimo Sacramento el día dieciséis del mes de octubre, año de mil setecientos y cuarenta y ocho. Que sea para la mayor honra y gloria de Dios. Amén. Se puso por titular a nuestra santísima Madre y Señora del Carmen, por ser esta advocación del gusto de los dos señores, mis bienhechores, que esto mismo fue lo único que yo les pedí que pidieran por condición, por ser de mi gran devoción, aunque no sirvo como debo a esta gran Madre y Señora nuestra, la que me hizo muchos favores en esta miserable vida, como creo dejo escritos algunos, y sobre todos lo que me hizo por tres o cuatro ocasiones, apareciéndoseme vestida del Carmen, me dijo la gran Reina que quería su santísimo Hijo que yo tomara su santo hábito y las demás compañeras que me siguieron en mis caminos, cuando yo pensaba en tomarle del señor san Francisco, me mostró la divina Señora la religión de su más amada hija, nuestra santa madre Teresa, con otras cosas que no dudo tendré escritas (...).
Yo tenía particulares razones para poner a esta divina Reina por titular de este primer solar en este reino de sus hijos (...). Porque ya he dicho que son aquí las gentes muy devotas de nuestra Madre y Señora del Carmen y así se les aumenta cada día la devoción con ver a la Señora en su altar; que nos hicieron una imagen suya de limosna, de Italia, y luego la pusimos como he dicho, por titular; que con el tiempo, espero puedan hacer otra mayor para ponerla en la iglesia nueva, la que el señor disponga se haga cuanto antes, para salir de esta casa, que nos llevan por ella, creo, que doscientos ducados cada año.
Es dicha casa de un caballero de esta ciudad, llamado don Manuel de Aguiar, coronel de milicias. El que, antes de salir yo de mi convento, había algún tiempo que se hallaba dicho caballero en la corte a la pretensión de sus méritos, que eran muchos, con el rey. (...). Con que fue el Señor servido de moverle a que nos la alquilase, dándole en la corte, adelantados, cinco años; que no ha dejado de subir en coste, porque es bastante casa para una familia particular, aunque no para convento.
Es de mayorazgo y tiene unas casas alrededor, pequeñas, del mismo señor de ésta, en que se acomodó una de las dichas casucas, hospedería para nuestros dos padres confesores. Con suma estrechez y trabajo están los pobres en ella, por estar más cerca y a mano para cuidar de las pobres hijas en Cristo. Y por querer imitar a nuestros santos padres primitivos, no permitieron que les buscáramos en otra parte mejor casa para la habitación de sus reverencias. Y aún con ser tan pobre, reducida y estrecha, que nos han dicho que lo es mucha gente de afuera que ve la casa, que se admira de verlos en tanta estrechez y con tanto trabajo para revolverse en ella, en la que reciben a nuestros prelados cuando vienen sus reverencias acá [a] hacernos una visita, y se contentan y acomodan en ella como si fuera en la mejor casa de esta ciudad, y aún mejor, por participar del trabajo que les permite y ocasiona dicha pobre y estrecha hospedería. Y están sus reverencias como los dos padres que nos asisten, muy conformes y contentos, a imitación de aquellos nuestros santos padres de Duruelo.


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A continuación, narra cómo es el terreno y los alrededoresde su nueva morada y sigue donde lo había dejado, dedicando una parte sustancial a referir cómo mucho y bien, en los días siguientes, por todo tipo de personas de Santiago fueron visitadas y agasajadas...

Ahora dejando la materia de casa y sitio para más adelante, voy a decir como al otro día de haber tomado la posesión, en la forma y modo como dejo dicho, vino el señor don Policarpo de Mendoza -después de habernos dicho la primera misa y puesto el Santísimo Sacramento-, a visitar y darnos la enhorabuena de nuestra venida, como de todo lo demás. Se nos ofreció mucho para cualquiera cosa que nos quisiéramos valer de su persona, como con efecto lo ha hecho en las ocasiones que se han ofrecido.
Vino también todo lo más florido de gente principal de la ciudad, así de señores como señoras, por sus días; y de las comunidades de religiosas enviaron todas la bienvenida y nos empezaron a regalar, con mucha abundancia de todos géneros, de dulces; y asimismo nos enviaron unas lienzo, y otras señoras manteles y servilletas para las mesas del pobre y reducido refectorio. De otras partes nos enviaron escudillas, platos y jarras, y otras personas con pescados regalados que, como teníamos que poner casa nueva, no pareció sino que Dios movió a diversas personas para que nos enviaran lo que precisamente habíamos menester; hasta los morillos [caballetes de hierro que se utilizan en las casas para sostener la leña] que gastan las hermanas o usan para poner la leña en el fuego sobre ellos, y mesa de tablas para la cocina, para repartir, la que mandó hacer el señor marqués de Bendaña para nuestra hermana Rafaela, aunque como le pareció a ella algo de buena hechura, y asimismo de buena madera, no la quiso usar en su cocina; que se compone con un vejestorio que halló en esta casa para repartir la comida.
Nos regalaron de todos modos muy bien, y en este particular todavía lo continúan algunas personas, que serían de las mismas que entonces empezaron; que como veníamos de nuevo, apenas hemos sabido qué personas fueron las que hicieron tantas caridades y favores. Las señoras claras nos habían hecho los jergones y no sé cuántas servilletas, que fue lo único que encontramos de cosa de esto de ropa; y después el Señor nos fue proveyendo, con mover a muchas religiosas como a señoras seglares, para lo dicho; que no sabíamos qué hacernos al principio con tantos regalos. Que permitió Dios que entráramos tan solas de acompañamiento, que pareció una grande sequedad de las gentes de este lugar tengo para mí que lo dispuso el Señor por altos fines suyos, y dar en solo sonido y no en lo sustancial, que como unas pobres descalzas necesitábamos deque nos hicieran favor de darnos limosna, como luego nos la hicieron en la forma que llevo dicho, para ayuda de poner nuestra nueva casa. Que si lo hubiéramos de comprar todo, nos costara mucho dinero; tuviese, en lo que cabe, forma de religión; y también se había gastado mucho en nuestro viaje, aunque hemos ahorrado bastantepor habernos traído por las casas, que nos hicieron tanto favor de tenernos tan buenas posadas, en las que no gastamos de nuestro sustento cosa; pero como llevaron mucho los coches y criados, como los que traían los fardos y gasto de caballerías, ha subido algo el viaje; con todo que se ha ahorrado mucho, por el mucho favor que nos hicieron en cuyas casas hemos posado.


***

Aquí dejo el relato, esperando que el día de la partida de ese convento, en el que han estado asentadas tanto tiempo (¡más de 275 años!), y desde el que nos han regalado tantas buenas y grandes bondades, el pueblo de Santiago concurra por entero a arroparlas...

Vinieron, se van siendo y han permanecido fieles a lo que recomendaba, en tan bello poema, su santa Madre, Teresa de Ávila:

Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda,
la paciencia
todo lo alcanza;
quien a Dios tiene
nada le falta:
sólo Dios basta.


Pilar Alén, Profesora de la USC
Alén, Pilar
Alén, Pilar


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