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Telde. Un sueño de Navidad.

miércoles, 27 de diciembre de 2023
Dedicado a quienes, más allá de Papá Noel y los Reyes Magos,
tienen en verdad la capacidad de que mi sueño se haga realidad, un sueño recurrente,
cierto, pero que sin lugar a dudas, es el sueño de muchos teldenses.
Telde. Un sueño de Navidad.
A veces, el despertar produce un enorme desasosiego, una desazón mayúscula, pues es habitual que la realidad que nos encontramos no sea ni un pálido reflejo de aquello soñado. Esa otra "realidad posible" se torna esquiva, me atrevería a decir que utópica en el mundo real, una realidad ilusionante capaz de llenar de regocijo y disfrute a mi persona en el mundo onírico, pues se me antoja más acorde con seres humanos avanzados en el mundo del conocimiento, de la cultura y del respeto hacia el pasado, hacia nuestros ancestros y sus manifestaciones en todos los ámbitos existenciales, y tales circunstancias, en el mundo real, más bien brillan por su ausencia. Esa "realidad ilusionante" estaba unida a una serie de vivencias capaces de ser interpretadas y sentidas como absolutamente reales durante el sueño y que, en el caso que les quiero relatar, sucedían en lugares concretos de Telde, identificándose con una claridad meridiana en hitos y valores patrimoniales que, en efecto, existen como tales dispersos por toda la geografía municipal.
El desánimo que aún me embarga tiene una causa y sólo una: que el hermoso sueño que tuve anoche no sea una realidad. Es normal recordar sueños que la mayoría de las veces obedecen a deseos insatisfechos, anhelos no logrados, unas veces puramente personales y otras, como ésta, responden a deseos colectivos, al interés de muchas personas que durante décadas manifestaron su incomprensión ante un hecho indudable: Telde, cabeza de un guanartemanto, dispone de un potencial arqueológico extraordinario, de difícil parangón con otros municipios. Sin embargo, no se manifiesta tal fortaleza, tal riqueza patrimonial en el devenir diario de la gente, en un orgullo ciudadano manifiesto que debería proporcionar el empoderamiento asociado a dicho patrimonio.
Es por ello que explicaré, lo más claro posible, este sueño de Navidad. Daré luego mi opinión sobre el sueño y alguna orientación a las autoridades correrspondientes, ya sean éstas municipales, insulares o autonómicas para que, si en verdad están imbuídas de ese espíritu identitario que dicen tener y como tal manifiestan -infórmense ustedes sobre el novedoso Programa IDENTITARIA, Programa que manifiesta la Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias gira en torno al concepto de la identidad canaria, a través de un conjunto de acciones encaminadas a la investigación y difusión de este concepto-, pueden, al menos, leer esta propuesta, someterla a estudio y ver si algo de la misma podría ser aprovechable o útil a la hora de poner en valor, realmente, todo el potencial identitario que las islas tienen -en este municipio no hay duda alguna-, y que mi sueño sugiere.
Telde. Un sueño de Navidad.Así pues, sin más preámbulos, déjenme que les cuente el sueño:
"Me encontraba caminando por el cauce del barranquillo que bordea, por la cara norte, la montaña de Cuatro Puertas. Venía de la costa, en concreto de su desembocadura en la playa de Ojos de Garza, y mi periplo continuaba hasta las montañas de Topino y del Gallego, donde encuentra su nacimiento dicho barranquillo.
A la altura de la pequeña presa que hay en el cauce del mismo, una algarabía de niñas y niños cautivó mi atención.
Giré la cabeza buscando la procedencia de sus voces y, montaña arriba, apelotonados en la entrada del yacimiento, medio centenar de alumnos rodeaban a una persona que, intuía, sería su profesor.
Tenia curiosidad por saber algo más de aquella visita, del interés despertado y, desviándome del camino, inicié una ascensión por el tabaibal, sorteando tabaibas amargas, aulagas, algunos espinos de mar y muchos verodes.
Hago una pausa muy breve para indicarles que si quieren disponer de una información mayor sobre la montaña Bermeja o montaña de Cuatro Puertas, antes de seguir leyendo el contenido de mi sueño, les animo a buscar y leer un artículo publicado el dieciocho de abril del año dos mil veintiuno en este mismo medio, escrito bajo el título: "Cuatro Puertas en la montaña Bermeja. La imperioso necesidad de un centro de interpretación del patrimonio arqueológico del guanartemato de Telde". Estoy convencido que les ayudará a entender el porqué de este sueño recurrente.
Cuando llegué a la puerta del yacimiento no daba crédito a lo que mi vista confirmaba. Cuatro Puertas se había convertido en un centro de interpretación arqueológica del municipio. Monitores bien formados y documentados, explicaban a los niños y profesores la importancia del lugar donde se hallaban, adelantándoles información precisa sobre las diferentes estaciones o paradas que iban a encontrar en su recorrido por el yacimiento, haciendo hincapié en la importancia de su compromiso con la visita pues, posteriormente, en el Centro de visitantes, talleres, juegos y actividades les permitirían conocer la red de yacimientos del municipio y de la isla asi como reforzar otros temas relativos a las tipologías de construcción en los habitáculos aborígenes, técnicas y estrategias para el uso de cuevas naturales y su intervención y mejora, técnicas de trabajo en la creación de cuevas artificales, métodos y estrategias de pesca, temporalizacion y gestión de las labores agrícolas y ganaderas, procesos e instrumentos derivados de la industria lítica, uso y transformación de las pieles, uso de las plantas y sus derivados, gestión de los enterramientos y lugares elegidos, prácticas cultuales, estrategias de defensa, organización del trabajo cotidiano, análisis de la vida diaria, prácticas lúdicas, prácticas de lucha, de destreza, de fuerza..., estudio y análisis del devenir de las poblaciones aborigenes...
No daba crédito a aquello que estaba escuchando. No podía ser cierto que el deseo de tantos años y de tantas personas sobre la dinamización y gestión del patrimonio arqueológico municipal se encontrara en tan elevado grado de desarrollo, asombrado de la fortaleza social, cultural y educativa que suponía aquella realidad, emocionado por corroborar la puesta en valor de las señas de identidad del municipio. Éste sí era, en verdad, un Proyecto identitario.
Según interpretaba por las palabras de sus guías y profesores, al parecer existía un centro de visitantes en el corazón del municipio, y aunque no llegué a definir si se encontraba en el barrio de San Francisco o en el barrio de San Juan, sí supe que, para su ubicación se había habilitado una de las antiguas casas señoriales de uno de estos barrios fundacionales, perdónenme si no soy más concreto pero tengo que reconocer que no fui capaz de identificarla.
Tal Centro de Interpretación del Mundo Aborigen disponía de personal suficiente, algo similar a lo qur sucede con el Museo León y Castillo. Contaba con una directora -eso lo recuerdo bien-, personal técnico, investigador, dinamizadores de visitas, personal de mantenimiento, limpieza...
Al parecer desde el mismo se vertebraba toda una extraordinaria labor de gestión educativa y social, donde se priorizaban las vistas a los yacimientos con programas específicos adecuados a cada edad en cada uno de los yacimientos ofertados. Los programas contaban con propuestas lúdicas que permitían acercar a las niñas y niños desde su más temprana edad.
Los sueños tienen un problema y es que muchas veces somos incapaces de recordarlo todo, pero sí recuerdo la mayor parte de los yacimientos que gozaban de proyectos concretos para su gestión y aplicación y contaban con especializados guías arqueológicos.
No tengo duda alguna en que el existente en la Montaña de Cuatro Puertas era uno de los más solicitados y visitados. No sólo por la comunidad educativa sino por miles de turistas y muchas otras personas amantes del patrimonio aborigen, de la cultura y el conocimiento. Recuerdo leer un políptico que se encontraba allí, sobre una mesa justo a la entrada. Al parecer unas sesenta mil visitas al año registraba Cuatro Puertas. No le iban a la zaga en número de visitantes los yacimiento de Tufia, La Restinga y morro Calasio.
Paneles interpretativos en varios idiomas recogían someras informaciones, muy visuales y esclarecedoras, sobre los valores del yacimiento presente en la Montaña. Imágenes y esquemas facilitaban la comprensión de la información escrita.
Un panel a la entrada mostraba los restantes yacimientos de Telde, susceptibles de ser peticionados como visita escolar o turística con la asistencia de un guía interpretativo. Otro panel reflejaba un original mapa del guanartemato donde, cuál carta arqueológica, se identificaban todos los yacimientos aborigenes descubiertos y censados.
Recuerdo el nombre de muchos de ellos, al igual que mi cara de asombro ante la presencia de determinados lugares donde se superponían estaciones de grabados, pinturas, poblados, cuevas, necrópolis, goros, graneros...
Una de las singularidades de los sueños es el desplazamiento instantáneo de un lugar a otro. Fue así como me encontré en el interior del Centro de Interpretación. En él, además de Cuatro Puertas, donde se registraba con símbología precisa, qué podríamos encontrar en la visita a dicho yacimiento, me cautivó el tratamiento dado a la información y exposición de vestigios arqueológicos hallados en la península de Tufia. Se trataba de un profundo estudio sobre un asentamiento costero, la razón de sus murallas, el porqué de su ubicación, los diferentes tipos y plantas de las viviendas en piedra seca, maquetas de las viviendas en cueva, análisis del tagoror, audiovisuales sobre la construcción de las necrópolis y sobre los estudios arqueológicos realizados en ellas... Me sorprendió la montaña del Roso, en el sector de Jinámar. Una instalación audiovisual permitía explorar la necrópolis llevada a cabo sobre un malpais, sin necesidad de transitar, con elevado riesgo de deterioro, el yacimiento "in situ". La Restinga nos mostraba otro poblado de costa con casas, pasillos, lugares de reunión, loceros, concheros..., destruido en buena parte. El conjunto de cuevas de El Draguillo, el conjunto de cuevas del barranco de Silva, el conjunto de cuevas de Calasio, la montaña de Las Huesas... Tara, Cendro, El Bailadero... ¡Qué orgullo sentía al formar parte de la ciudadanía de un municipio tan avanzado!
Jamás pensé que Telde alcanzara, algún día, tal grado de interés, respeto, protección y puesta en valor de su enorme patrimonio. Alababa el orgullo que desprendían todos aquellos profesionales a la horas de ejercer su labor didáctica, su labor cultural, su labor investigadora.
Telde se había convertido en un polo de atracción de estudiosos e investigadores arqueológicos de todo el mundo. ¡Era tanto el patrimonio que disponía y tantos los estudios que se podían llevar a cabo!
Estaba asombrado ante aquella realidad, al tiempo que profundamente satisfecho. ¡Quién lo iba a decir! Telde convertido en un referente arqueológico de la isla y del archipiélago. Telde orgullosa de su pasado y de su importancia en la cultura identitaria que tanto pregonaba el Gobierno de las islas.
Estaba claro que si de distinciones se trataba, si yo había asistido a las Primeras Distinciones otorgadas por el Gobierno a figuras de singular relevancia en el año dos mil veintitrés en el teatro Guiniguada, el ayuntamiento de Telde, el Cabildo o la institución que estuviera tras tan acertados logros, tendría el honor de encontrarse entre las Distinciones del próximo año.
Sonriente abandoné el grupo de niños que, en aquel preciso momento, observaban con enorme curiosidad una peculiar planta que cuenta aquí en esta montaña con una de sus contadas poblaciones en Telde, el cardoncillo. Descendí la ladera, divertido y alegre, buscando de nuevo el cauce del barranquillo cuando, desviando la mirada para ver cómo se enredaban los correosos tallos de un cornical sobre una vieja tabaiba dulce, tropecé con una piedra cayendo sin remedio sobre una tunera india. El dolor provocado por los pinchazos hizo que me despertara, asustado.
No podía ser. ¡Había sido un sueño! ¡Todo aquello que creía vivido no había sido real!
Aún dudaba, así que fui a corroborarlo. Cogi el coche dirigiéndome a Cuatro Puertas. La puerta de entrada que debería proteger al yacimiento no estaba, los guías tampoco y ningún alumno esperaba explicación alguna de intérpretes patrimoniales que no existían. Continuaba todo igual. Triste y abandonado.
Observé un par de turistas despistados que, con un mapa en la mano, buscaban las Cuatro Puertas. Esperé a ver que sucedía, aunque presentía que, sin guía ni información precisa, la visita sería corta.
Así fue. Subieron los peldaños que les separaban de la plataforma donde se encuentra la cueva, entraron en ella por una de sus puertas y salieron por otra. Nada más. Luego, tras hablar unas palabras en su idioma y hacer las fotos de rigor, bajaron por donde subieron.
Me dio tristeza. Nada sabrían jamás de las cuevas de la Audiencia ni nunca visitarían por desconocimiento las Cuevas de los Pilares ni la de los Papeles, nunca sabrían de las escaleras labradas en la roca, ni de los pasadizos que unen unas cuevas con otras, ni de las pequeñas galerías, ni de los lucernarios, ni del adoratorio, ni de los grabados tallados, ni de...
Nada sabrían ni sabrán jamás porque nadie estaba allí para mostrarles el enorme potencial de dicho yacimiento.
Yo, mientras observaba como entraban en su coche de alquiler y se iban sin ver más que aquella cueva que, exactamente tenía cuatro puertas pero era mucho más que simples aberturas, acudió a mi mente un aluvión de preguntas que hago llegar ahora a todos los representantes públicos tanto del municipio como de la isla:
¿Tan difícil es poner en valor todo este valor patrimonial, único en el mundo?
¿Tan difícil es iniciar un Proyecto arqueológico integrador donde se recojan todos los yacimientos susceptibles de ser visitados?
¿Tan difícil es incorporar el estudio y conocimiento de nuestro pasado aborigen a los programas educativos de la Comunidad? Incorporarlo de verdad, no realizando un simple paripé de enumeración de lugares y más lugares sin ningun tipo de gestión ni protección y que, por consiguiente, no se traduce en un conocimiento rigoroso e interiorizado de cada uno de esos valores patrimoniales y culturales.
¿Acaso no ven que la ciudadanía jamás entenderá un Proyecto Identitario si éste no va más allá de un encuentro institucional, vacío de verdadero contenido, si no se acomete en profundidad la conservación patrimonial y la inmersión del hecho identitario en todas las etapas de la educación tanto formal como informal?
Yo, sinceramente, espero despertarme algun día, coger la mochila, el gorro, la cantimplora y la libreta de campo y al paso por cualquiera de estos yacimientos aborígenes, antes mencionados, encontrarme con decenas de niñas y niños con sus guías y profesores, refrendando con su presencia y sus ilusiones que el sueño que he tenido es una hermosa realidad.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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