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A esa zagala...

jueves, 07 de diciembre de 2023
Cantos en latín y villancicos en castellano a la Inmaculada Concepción fueron piezas habituales en los templos antes de la promulgación del dogma mariano. La trayectoria hasta llegar a la bula Ineffabilis Deus (1854) no fue lineal ni fácil.
A esa zagala...En España, entre los ss. XI y XII se celebraba ya como fiesta. Y, en Compostela, en particular, tenemos un temprano testimonio. Lo recuerda la avenida "Rodrigo del Padrón", nombre que puede sonarles extraño, pero que desde ahora asociarán mejor, ya que se trata de un arzobispo de Santiago que le tuvo especial devoción (s. XIV). En esas fechas, otras personas señaladas contribuyeron a propagar su culto. Tal es el caso del filósofo y místico R. Llull.
Los Reyes Católicos solicitaron en nueve ocasiones la declaración del dogma. Se dieron pasos significativos en el XVII y XVIII, hasta conseguir Carlos III que la Inmaculada fuese declarada "patrona de España".
También desde Roma se fomentó su culto, con vaivenes por disputas y ataques entre los que defendían que María no tuvo pecado original y los que objetaban que se le había borrado inmediatamente. Alejandro VII se declaró a favor de su culto (1661) y Clemente XI extendió su fiesta a la Iglesia universal desde 1708. Pero no acabó ahí la controversia.
Fuera de ámbitos reales y teologales, la devoción se manifestó en procesiones, votos, cofradías, congregaciones, etc.
En el ámbito de las artes, no fue sencillo representar tan vaga y delicada idea, cual es la Inmaculada Concepción de la Virgen. Fue en el s. XVII cuando se tuvo la suficiente claridad para hacerlo. Desde entonces se multiplicaron las pinturas, relieves y estatuas.
De nuevo en Santiago, en la capilla de la girola de la catedral dedicada a "Nuestra Señora de la Concepción estuvo ligada a la cofradía de la Prima, los clérigos de coro "cantaban" Misa. Cornielles de Holanda en el XVI diseñó su retablo.
Privilegios regios y clamores populares ayudan a explicar -aunque no siempre- porqué y cuándo hubo mayor o menor profusión de cantos a María en esta advocación. Puede servir, de algún modo, como guía esta especie de secuencia musical centrada en la catedral compostelana, lo que no implica que antes no hubiera cánticos monódicos o polifónicos a pequeña escala.
José de Vaquedano, en 1674, compuso el "Villancico a Nuestra Señora de la Concepción", conocido por su 'incipit': '¿Qué le diré a esta bella zagala?'. Como en eco, en bella polifonía coral, las voces se hacen la pregunta: “¿Qué le diré...?". Y van respondiendo armónica y escalonadamente: "Dile que es aurora, dile que es el alba; aurora, sol, día; estrella, lucero, jazmín y clavel".
Es una etapa de bonanza económica que permitió, por ejemplo, la construcción del nuevo órgano de Manuel de Viñas, obra supervisada por Domingo de Andrade.
De Vaquedano a Pedro Cifuentes apenas hay músicos relevantes, ni composiciones, en concreto, dedicadas a la Virgen. A esa zagala...
Buono Chiodi realizó una treintena. Trajo de Italia obras anteriores a 1770. Entre ellas Nativitas tua, 'Motetto a la Natività de Nuestra Signora'. Del resto de su producción destaca la que realizó a su llegada a Compostela: 'Los ángeles digan, los hombres alaben'. Luego ya compuso regularmente, en mayor cantidad en años santos: hay cinco fechados en el de 1773 (para doble coro o con recitados y arias de solistas) y dos en el 'Anno Santo de 1779'.
Melchor López realizó, ya hacia finales del siglo XVIII, una cuantiosa obra, aunque reutilizó piezas de maestros anteriores. Compuso concertantes para doble coro y orquesta y recitados y arias de solista, con textos simples y alejados de disquisiciones teologales. En el "Villancico para la Concepción" 'Ven, Reina inmaculada', puesto en música por él, por ej., se repite esta letra: "Ven Reina inmaculada, ven a este mundo, ven Reina soberana (...), ven a este mundo y dejarán burlada la antigua serpiente".
De esa época es la pequeña talla en plata de la Inmaculada del altar mayor, realizada por Francisco Pecul y fechada en 1799. Unida al sagrario refuerza el mensaje contrarreformista al resaltar dos grandes pilares católicos: la Purísima Concepción y la Eucaristía.
Ramón Palacio hizo uso de textos en latín y compuso en 1828, con pequeña orquesta, el "Invitatorio a la Concepción" 'Immaculatam Conceptionem' y otras dos piezas datadas en 1839: "Motete a la Natividad de Nuestra Señora" 'Hodie nata est', y "Motete para la festividad de la Concepción" 'Tota pulchra'. Además, realizó otros 10 villancicos y arias en castellano entre 1826 y 1833. El texto "brillante aurora, concepción purísima, sin par criatura", hace referencia nuevamente a la Inmaculada.
Este marco, entre el barroco y el clasicismo coincide con grandes obras de remodelación de la catedral, impulsadas por arzobispos con vínculo con la corona (Rajoy, Bocanegra, Malvar). Eran sensibles a los cambios estéticos y a la promoción de Compostela como centro de peregrinación, aunque tradicionales en sus planteamientos.
Quedan por reseñar otras muchas cosas en el tintero, como la obligada referencia a la capilla de Ntra. Sra. la Blanca o de las Españas, cuya 'Concepción', nunca mejor dicho, quedó velada...
¡Y es que es tema denso y serio! Será por tratarse de un 'Misterio' que tanto seduce como turba...

Pilar Alén, Profesora de la USC.
Alén, Pilar
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