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Telde, un nuevo despertar

miércoles, 11 de octubre de 2023
Dedicado a todas y cada una de las personas que se han propuesto mejorar Telde,
partiendo de un principio esencial en democracia y muchas veces olvidado: escuchar
a los vecinos y dar respuesta rápida a sus demandas y necesidades.

Telde, un nuevo despertar
No es este un artículo al que tengo habituados a mis lectores, pero es de justicia hacerlo.
Hay un dicho que por recurrente no deja de esconder una realidad palpable y es aquel que está en boca de todos los ciudadanos cuando se aproximan nuevas elecciones, da igual el ámbito de las mismas: locales, insulares, autonómicas o generales.
El dicho en cuestión no es otro que el hecho de saber que estamos a las puertas de unas elecciones por la prisa que ponen los candidatos a ser reelegidos en realizar múltiples actividades en pocas semanas, claro está, justo antes de la fecha de la consulta electoral. De ahí el dicho papular: "Debería haber elecciones todos los años".
Y así sucede lo que sucede, que no todo sale bien por dejarlo hasta la última hora y esto no sólo se da a nivel local sino en todos los ámbitos territoriales antes señalados, y así, parte de los proyectos se quedan sin hacer, o bien las obras que están terminadas no acaban de entregarse a la ciudadanía que las demanda, o bien nos sorprende la corporación o el gobierno saliente con devoluciones de partidas presupuestarias porque las obras aprobadas y que deberían estar realizadas no se llevaron a cabo. Esto que describo no es una excepcionalidad, muchas veces es una constante que se repite, pero sobre todo es un ejemplo de la nefasta actuación de aquellos representantes publicos que por falta de cualificación profesional, por desidia e improvisación manifiesta en su gestión o por simple incapacidad, se les vino grande la labor a la que estaban llamados a desarrollar, siendo incapaces de planificar y convertir en realidad y mejoras visibles la gestión inherente al cargo...
Es entonces cuando uno echa de menos una ley que ampare al ciudadano ante esta patente de corso de los cargos públicos acerca de las responsabilidades referidas a su gestión pública, a su mala planificación, pues en todos estos casos señalados los perjudicados son siempre los mismos: los sufridos ciudadanos que, sin embargo, pagan generosmente con sus impuestos una gestión territorial y del concierto de la vida cotidiana, no correspondida.
Por eso me vi obligado a redactar el presente artículo, precisamente para poner en valor todo lo contrario.
Es agradable como teldense, tal vez por no encontrarme acostumbrado a ello, observar el cambio radical en la gestión actual de los nuevos munícipes.
Y es más agradable cuando a una opinión personal, la mía, siempre subjetiva, se une la de personas que así lo manifiestan en aquellos lugares a donde me desplazo, bien caminando, bien para asistir a actividades culturales -confiesdo que asisto a muchas menos de las que me gustaría hacerlo-.
Así, estábamos sorprendidos en la playa de Salinetas toda la vecindad cuando observábamos a las maquinas de limpieza que, con agua a presión, eliminaban la capa de excrementos provocada por las tórtolas turcas, ensuciando la mediana peatonal hasta el punto de volverla intransitable.
Mismo tratamiento recibían los contenendores de residuos, cuyas tapas, antes cargadas de excrementos pues no era raro pasaran semanas sin limpiarse con todo el risgo que suponía el levantar su tapa por la suciedad de las mismas y el riesgo de infección. Respuesta actual: una limpieza diaria. Porque es así, no hablamos de una limpieza puntual cuando alguien denuncia o porque le toque -una cada mes por ejemplo-, sino de una limpieza diaria, práctica habitual en cualquier ciudad que se precie, dignificando a sus cocnciudadanos, Razón de más si nos referimos a esta ciudad, Telde, que muestra con orgullo sus más de cien mil habitantes.
Telde, un nuevo despertarPero no era esto solamente aquello que observaba y observaban los vecinos, era la limpieza sistemática del paseo de la playa, de las calles, de sus espacios públicos, sus zonas de juegos...
Supe de este cambio radical, de este ostentar el cargo con espíritu de servicio público, hace unos días, en la celebración del cuadragésimo Recorrido Histórico-Artístico por el barrio de San Francisco, el pasado dos de octubre, siendo el artífice de la magia que se dio esa noche en las calles del emblemático barrio conventual mi admirado amigo Antonio María González Padrón y un selecto grupo de doctas personas y poetas, donde todos los asistentes vivimos una noche memorable inmersos en un mágico ambiente.
Para mi sirvió también para testar el grado de satisfacción de muchos de los asistentes a la realidad de este Telde histórico, singular y único.
Y sus respuestas ratificaron mi pensamiento: el nuevo grupo de gobierno se ha puesto el traje de faena desde el minuto uno. No un traje de gestión, planificación y proyectos de futuro, que también son necesarios. No, el traje que los ciudadanos demandaban, aquel que permite ver operarios en los barrios, limpiezas generales, pinturas,en las rotondas, farolas con luz, farolas limpias, trabajos en las aceras, calles arregladas...
Termino con dos imágenes placenteras de hoy, miércoles día cuatro de octubre. Me levanto temprano, algo habitual, a eso de las seis y media. Preparo un desayuno saludable -saludable para mí, cada persona es libre de desayunar como desee y conoce su cuerpo y necesidades mejor que nadie-, a primera hora y me visto para mi caminata diaria por conos volcánicos y barrancos. Cuando voy a salir, a eso de las ocho, las máquinas de limpieza ya están trabajando en eliminar los excrementos frescos que diariamente defecan cientos de tórtolas turcas -ya va siendo hora de un control efectivo sobre estas poblaciones de aves invasoras que tanto daño hacen, no sólo al ser humano sino a la diversidad de la avifauna- y otros operarios están recogiendo las hojas de los ficus benjamina que cayeron sobre la mediana o se encuentran acumulados en los bordes de la calzada.
- Bueno -pienso-, esta es la regularidad que observo en todas y cada una de las ciudades por donde viajo. Nada nuevo. El mantenimiento diario de la ciudad es esencial para disponer de espacios limpios y poblaciones saludables.
Salgo con el coche hacia el cruce de Melenara. Hoy me toca ultimar el artículo sobre el Montañón, un cono volcánico desaparecido por las extracciones en la zona de las Breñas. Pasada la rotonda de Melenara, esa rotonda que luce, tristemente, un histórico barco de pesca en estado de absoluto abandono, condenado al ostracismo desde el mismo momento en que lo ubicaron en dicha zona ajardinada -por favor, que sólo hacía falta un poco de restauración, un par de cristales y una mano de pintura-, una brigada de una docena de operarios limpia, poda y recoge en grandes sacos la vegetación seca y abandonda que hay en el espacio previsto como zona verde a lo largo de la carretera que une Melenara con el cruce del mismo nombre y cuya plantación jamás se llevó a cabo.
Cuando regreso a las dos de la tarde, no queda nada, ni operarios, ni basura, ni ramas de calentones, ni sacos. La labor se inició y se terminó sobre la marcha, como siempre debe hacerse, con absoluta eficiencia, sin dejar que los sacos permanezcan ahí una semana y otra, dando una imagen nefasta de gestión y que, sin embargo, es tan habitual en campañas de limpieza, tanto en este municipio como en muchos otros, también al borde de carreteras insulares, realidad que observo en mis frecuentes pateos.
Comenzar y terminar, así se deberían hacer todas las obras, sin darles tiempo a eternizarse. ¡Bien sabe Telde y su ciudadanía de obras eternas!
Ante tan grata exposición de intenciones de la nueva corporación, no puedo callar aquello que siempre eché en falta al culminarse el nuevo vial -otra obra eterna y si no que se lo digan a los alumnos y vecinos de El Calero, la Montañeta, y Casas Nuevas cuando demandaban una vía segura hasta la playa, hace más de una veintena de años-.
¿Y qué es aquello que no callo y demando abiertamente? No es otra cosa que el deseo de ver culminada esta obra con el ajardinamiento de los más de quince mil metros cuadrados que hay a ambos lados de la vía y que fueron reservados para ello. Sólo en la margen izquierda, subiendo hacia el cruce, hay una franja de diez metros de ancho por un kilómetro aproximadente de largo. Actualmente un terreno baldío, sin una planta que reseñar. Diez mil metros cuadrados que se convierten en una oportunidad de oro para reforestar la zona y mitigar los efectos de un calentamiento atmosférico que, tal y como lo sufrimos estos días, un calor inmisericorde y tenaz, no queda otro remedio que reconocer de una vez por todas que vino para quedasrse, que ya lo tenemos aquí.
Dicho ajardinamiento debería realizarse con vegetación arbórea capaz de proporcionar sombra algún día, pues se trata de una acera muy transitada y el viandante no encuentra en ella ni la más mísera sombra.
En la misma línea de necesidad, ubiquemos unos cuantos bancos. Cada vez son más las personas mayores que hacen uso de esta vía y no tienen un lugar donde descansar un momento.
Si encima hacemos cómplices de la forestación a los vecinos de la zona, miel sobre hojuelas, pero sea así o sea con un proyecto gestionado a través de una empresa especializada en forestación y jardinería o el departamento que diriger la concejalía de Jardines y Medioambiente, está demanda debería ser un objetivo a corto plazo, máxime cuando son la prioridad y la ejecución inmediata, valiosos activos que muestran con orgullo los actuales dirigentes municipales.
Y eso es todo. Dice el refrán que obras son amores y no buenas razones. Pues bien, si no cambia la tendencia y parece ser que vino para quedarse, de obras y de amores se está llenando Telde. Todos deseamos que no sea un espejismo transitorio. Sigamos en esta esperanzadora línea de trabajo y hechos consumados pues las razones, aunque sean buenas, no son suficientes para dirigir un municipio.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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