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'Si, sí... No, no' (2)

viernes, 29 de septiembre de 2023
Aporto, a vuela pluma, algunos datos sobre la vida y la obra del maestro de música italiano, Buono Chiodi, uno de los sobresalientes que tuvo la capilla catedralicia a lo largo de toda su historia.
Son datos que requeriría un estudio más profundo y pormenorizado, pero se me escapa de esta historia que estoy tratando de contarles de manera lo más simple posible para que bien se entienda.
En otros trabajos ya editados se pueden completar todo lo que aquí dejo un poco en el aire.
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Buono Giuseppe Chiodi

Los documentos que hoy poseemos para conocer la vida de Buono Chiodi, maestro de capilla de música de la catedral de Santiago, son muy escasos. Por ello, resulta 'Si, sí... No, no' (2)bastante difícil elaborar una verdadera biografía, pues a lo más que se puede llegar es a apuntar unos datos, de suma importancia, pero del todo insuficientes.
Nació en Saló el 20 de enero de 1728, en una pequeña localidad cercana, conocida todavía en la actualidad como paese di Buonchiodo. No se sabe nada acerca de su formación musical, ni tampoco dónde y cuándo se ordenó sacerdote, en torno a 1753.
Su llegada a Santiago de Compostela en junio de 1770 estuvo precedida de un largo itinerario, lleno de sucesos y no pocas incógnitas.
Aquí ya se tenían buenas noticias del músico salodiano, gracias a la presencia en la catedral de un discípulo y de varios músicos italianos del mismo ámbito geográfico en el que transcurrió la vida de Chiodi antes de instalarse en Santiago: los hermanos Baldassare y Giuseppe Servida y el contralto Giovanni Brunelli, todos ellos procedentes de Lodi.
El cabildo envió a Italia a un delegado -el canónigo Joaquín Pardo- para contactar directamente con Buono Chiodi; el encuentro tuvo lugar en abril de 1770, en Milán o en Lodi. El contrato definitivo parece ser que se realizó por mediación del Conde Luigi Silva, un noble de antiguo origen hispano que orientaba y proporcionaba al cabildo de Santiago los músicos que éste necesitaba en cada momento.
Chiodi llegó a Santiago en junio de ese año, acompañado de dos jóvenes cantores, oriundos ambos de Lodi: el tiple Felice Pergamo y el tiple-contralto Carlo Mauro.
Su labor en la catedral compostelana, como maestro de capilla y como compositor, fue muy meritoria. Supo aprovechar el momento de su apogeo económico, preocupándose de formar una capilla de música como nunca había existido.
Por otra parte, no ha quedado constancia alguna de haber sido amonestado por el cabildo por incumplimiento de sus obligaciones ni por otra causa. En marzo de 1777 se le permitió realizar un viaje a Italia a lo largo de todo un año, algo totalmente excepcional para cualquier maestro de capilla.
Durante su permanencia en Italia, el cabildo lo defendió ante una dura crítica que le dirigió el entonces arzobispo de la diócesis, Francisco Alejandro Bocanegra, a la que me referiré más adelante.
Después de una intensa labor en Santiago, casi repentinamente, falleció el 7 de noviembre de 1783. Todos los bienes y pertenencias que poseía en Santiago fueron repartidos entre sus más cercanos discípulos y colegas, mientras que las posesiones que tenía en Italia pasaron íntegramente a su única hermana -Elizabetta- que se había casado y residía todavía en Saló.
Como músico cabe resaltar que Chiodi comenzó a componer a temprana edad; se conserva una obra fechada en 1750, pero es posible que haya realizado algunas otras anteriormente. Su producción -cerca de 600 composiciones- se conserva en la catedral compostelana.
Formalmente se caracteriza por una grafía ágil y estilizada; gran parte de sus obras aparecen como esbozadas, con mínimas anotaciones; los músicos de la catedral estaban habituados a su modo de escribir y es de suponer que no tenían ningún problema al ejecutarlas.
Chiodi pudo desarrollar su talento musical gracias a los medios humanos y materiales de los que dispuso desde su llegada a Santiago.
La circunstancia de haber contado con una notable presencia de instrumentistas y cantores extranjeros -italianos, franceses y algún portugués- que poseían una sólida formación musical y un cierto prestigio, le permitió componer obras de considerable envergadura. Además, él aumentó el número de músicos y logró elevar la capilla de música compostelana a una de las más altas cimas de su historia.
Todas las obras de Chiodi son de carácter sacro, a gran coro y orquesta, aunque cabe señalar alguna excepción:
A) Un Poema Sacro-Melodramático titulado "De las Venturas de España la de Galicia es mejor", de 1773, con libreto de José Amo García de Leis, cuya música se ha perdido.
B) Una ópera o Divertimento de Música, titulado "La birba", de 1774, con libreto de Carlo Goldoni, adaptado a la capilla de música de Santiago.
C) Tres piezas instrumentales, sin fechar, realizadas posiblemente en Santiago.
Se sabe, sin embargo que ya en sus años de juventud, cuando todavía vivía en Italia, compuso piezas musicales profanas, sobre textos poéticos de autores de su entorno; asimismo, parece ser que también en Santiago realizó algún tipo de partituras de este carácter pues, en su testamento hace constar su deseo de que algunas arias y otras tales fuesen entregadas a su discípulo preferido, el tiple Felice Pergamo.
Con Chiodi se pone fin en la catedral de Santiago al policoralismo vocal y se implanta, como contrapartida, la composición para un cuarteto de voces, con o sin refuerzo de un "segundo coro". Además, se constituye la orquesta "clásica", donde adquieren -por pri­mera vez en Santiago- un destacado protagonismo las trompas, los oboes y la viola (instrumento que él introdujo en nuestra catedral).
Chiodi asimiló las características propias de su generación y, además, aportó su sello personal. Su estilo musical está más cercano al de otros compositores italianos coetáneos, que al de los maestros de capilla de las catedrales españolas. Es un estilo "genuinamente" italiano, no una mera copia.
En su producción musical se combinan características del barroco con otras que denotan ya un cambio que se podría considerar como la disolución del barroco musical o bien la implantación de lo que se conoce como "estilo galante".
En conjunto, resulta novedoso en la España de la época. Por ello, su produc­ción musi­cal tiene un especial in­terés para la historia de la música religiosa peninsular del siglo XVIII.
Este estilo musical no pasó desapercibido entre los que le conocieron. Es evidente que el cabildo com­postelano le demostró su afecto y admiración a lo largo de los trece años de su magisterio en Santiago, y también en el momento y en los años poste­riores a su fallecimiento.
Asimismo, su sucesor, el maestro Melchor López, revisó e hizo interpretar obras de su reper­torio, intro­du­ciendo -en contados casos- al­gunas varian­tes, en razón de los medios y la nueva estética im­plantada por el transcurrir de los años.
La primera noticia de la enfermedad que le llevaría a la muerte aparece recogida en el acta del 6 de noviembre de 1783, por un motivo concreto: era costumbre en la catedral de Santiago que por todos los canónigos y por los beneficiados que tuviesen capa de coro, se cantase, por el coro y la capilla, cuando estuviesen en estado muy grave o próximos ya a la muerte -como parecía estar Chiodi- la antífona "O beate Iacobe", para implorar la protección del Apóstol sobre el moribundo.
Ese día se suscitó entre el cabildo la duda de si también a Chiodi, por hallarse gravemente enfermo, se le podía dedicar dicho cántico, pero se acordó "no haber lugar, 'Si, sí... No, no' (2)respecto no es capa de coro".
Chiodi falleció el 8 de noviembre, según consta en su acta de defunción. El día 12 de ese mes se trató en cabildo sobre los gastos de su entierro y funerales. Así está recogido:
"En este cabildo se ha visto memorial del músico don Félix Pérgamo, testamentario de don Bono Chiodi, maestro que ha sido de esta santa iglesia, pidiendo que, para suvenir a los gastos de su entierro y funerales, se sirviese el Cabildo por un efecto de caridad darle la gratificación que fuese de su agrado. Y atendiendo el Cabildo al amor y fidelidad con que dicho maestro desempeñó su empleo y otros encargos que se han puesto a su cuidado, acordó se le den mil y doscientos reales de los efectos de donde gozó salario".
El hecho de que el Cabildo se hiciese cargo de los gastos es buen testimonio de la estima que gozó Chiodi en Santiago por parte de éste, como ya se ha subrayado.
Ese aprecio le valió también que las acusaciones que le dirigió el arzobispo Bocanegra, por su singular estilo de componer, quedasen en meras consideraciones particulares del prelado en abril de 1778. En ese el momento Chiodi estaba ausente de Santiago por haberle sido concedido viajar a Italia durante un año. Obtener este permiso era insólito entre los maestros de capilla.
El prelado aprovechó para protesta contra la música del italiano. Según recoge el cabildo en sus reuniones, le hizo llegar a éste su descontento de este modo:
"En este cabildo se vio carta de Su Ilustrísima manifestando se prevenga al maestro de capilla reforme la música del coro de la santa Iglesia; y el Cabildo resolvió se responda la ausencia de dicho maestro de capilla y que, luego que se restituya a esta Iglesia, se le prevendrá, y que en el mismo Animo estaba el Cabildo"
La acusación de Bocanegra está íntegramente expuesta en una carta que todavía se conserva:
La música que se les pone no es propia del templo, sino de un teatro de comedias: porque todo su aire es profano, y rara vez se oye un golpe que mueva a devoción. Esta es la que únicamente se debe procurar en aquel sitio, cuyos primeros asistentes son Dios y sus ángeles, de cuya compañía nos distraemos insensiblemente, si los ecos sonoros que percibe el oído nos acuerdan y representan objetos muy distantes del Santuario. Confieso que por este motivo ha sido mucha mi mortificación, particularmente en estos días santísimos y sacratísimos en que se bace a los católicos una tierna memoria de la Pasión de Nuestro Redentor. El maestro de capilla no dudo ser6 tan bueno en su habilidad como lo es en el nombre, pero, o por no dárselo el genio, o por no haberse criado en esta especie de composiciones sagrada, yo veo que le falta para ellas el acierto y el gusto. Ya que se halla en Italia, podría hacer V.S.I. se detuviese por allí (aunque fuera con la carga de alguna pensión), o a lo menos no negarle su retiro en caso de que lo pretenda con algún pretexto y elegir en su lugar algún sujeto del país, que hiciese las composiciones más propias para el culto de Dios. En España hay grandes habilidades y, sino desagrada a V.S.I. este proyecto, tendrá mucho en que escoger. Cualquiera que se elija será mejor que el que logramos de presente, y para poseer así su renta como sus honores, debe tener, por razón de patricio, mucho mayor derecho que un extranjero. Si V.S.I. no se conforma con este dictamen, yo no formaré duelo alguno por este motivo, pero siempre esperaré de su gran religiosidad, dispondrá las cosas de suerte que en lo sucesivo no tenga yo más que sentir, oyendo composiciones que ciertamente son impropias del Divino Culto, tan pretendido y solicitado por el gran celo de V.S.I"
Tras este intento de apartarle de su oficio, Chiodi no recibió reprimenda alguna por parte del cabildo, sino que se vio reforzado ante tal queja.
No era la primera vez que Bocanegra manifestaba ese modo de entender la música. En uno de sus escritos aparece esta referencia:
"Aun las músicas de este infeliz tiempo, ¿no son sino unos lazos los más apropiados para corromper las almas, no habiendo en ellas más incentivos de este maldito vicio, por sus quiebros, por sus halagos, por sus sainetes, por sus modulaciones, por sus ademanes, por sus atractivos, capaces de tentar y causar la corrupción aun en el alma más virtuosa y honesta?"

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De nuevo vuelvo a aparcar la vida y milagros de Buono Chiodi para centrarme en lo mucho que ya se conoce de la devoción a la Virgen de Guadalupe.

Continuará...

Pilar Alén, Profesora de la USC
Alén, Pilar
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