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Montaña Pelada o montaña de La Matanza

domingo, 20 de agosto de 2023
Dedicado a cada uno de los miembros y simpatizantes del Colectivo Ecologista TURCÓN, actuales o que han formado parte del mismo a lo largo de estas cuatro décadas, y a los históricos miembros de los colectivos Sima de Jinámar y MEGA -Movimiento ecologista La Garita Azul- por la defensa que han realizado y siguen realizando del campo de volcanes de Jinámar.

¿Por qué el nombre de Montaña Pelada? Siempre fue para mí, montaña Pelada, un cono perfecto, situado junto a otro de menor entidad y altura, conocido como montaña Montaña Pelada o montaña de La MatanzaRajada. Perfecto porque en un campo de volcanes, el de Jinámar, donde todos sus conos han sido alterados por múltiples extracciones hasta llevar a algunos a punto de desaparecer o, en casos extremos, desaparecer literalmente, la silueta de esta montaña, observada desde la Sima de Jinámar, Hoya Niebla, Monte Quemado o cualquier punto desde el cual la observemos desde el cauce del barranco de las Goteras, se vislumbra inalterada. La realidad, cuando pasamos a analizarla y la recorremos con paciencia, prudencia y calma, la no observación de "mordidas" importantes -entiéndase extracciones de materiales piroclásticos-, en su morfología se debe a que visualizamos el cono en sí, pero si tenemos en cuenta, además, sus derrames lávicos, observaremos como uno de ellos, el que en dirección este avanzó cubriendo una buena parte del barranco de los Cascajos, derivando su presencia en la formación de dos pequeños valles, uno el que acabo de señalar como barranco y el otro surgido al pie de Lomo Blanco y el Lomo de san José uniendo ambos sus cuencas en una generosa y llana desembocadura, justo en la zona ocupada en la actualidad por el polígono industrial de Maipez y parte del casco antiguo de Jinámar, se encuentra expoliado por las extracciones. Fue en esta lomada donde hizo su aparición un pequeño volcán en el Holoceno, identificado cartográficamente como montaña Rajada, curioso cono volcánico conocido por los vecinos como La Barquilla. Pues bien, la mayor parte de este derrame lávico estaba cubierto por antiguos y recientes depósitos de piroclastos y fueron ellos el detonante de dicha explotación. Hablaré de ello y de la falta de control en su histórico seguimiento cuando dedique un próximo artículo a la montaña Rajada.
De momento, siguiendo con nuestra montaña Pelada, traigo aquí una cita ineludible: "Es este volcán, un edificio compuesto, con un amplio cráter abierto en dirección SSE" -texto de Alex Hansen en el capítulo: Los volcanes del Pleistoceno en el sector de Jinámar.
Todas las alteraciones que podemos observar en la actualidad en la montaña se encuentran en su parte más baja y no van más allá de las que provocan la preparación del terreno para su cultivo o la construcción de cuartos de aperos o viviendas unifamiliares -muchas de ellas al amparo de la autoconstrucción y la ilegalidad urbanística-, que han ido asentándose en su base por la cara sur, en lo que son las estribaciones de Hoya Niebla y la Caldereta. Por su cara norte, también se presentan en las zonas bajas de la montaña algunas viviendas, nacidas a la vera de una pista, ahora carretera asfaltada, que une los barrios de Lomo Quemado -municipio de Las Palmas de Gran Canaria-, con el barrio de Lomo Blanco -municipio de Telde.
Mis salidas didácticas por este campo de volcanes con jóvenes estudiantes, siempre culminaban el periplo en la sima de Jinámar. Era desde tan emblemático volcán, donde identificaba la montaña Rajada y esta montaña Pelada, señalándoles que tal volcán, el de mayor altura del conjunto de volcanes de Jinámar, era el último volcán observable en dirección norte, en territorio teldense pues, a sus pies discurría un enorme canal de desagüe, conocido como barranco de las Goteras y en cuyo cauce se situaba el límite municipal.
Era el último porque, frente a él, al otro lado del barranco, se elevaba la Caldera y el Pico de Vandama -en este artículo quiero reivindicar la toponimia histórica que lo escribía con V, al derivarse del nombre del comerciante flamenco Daniel Van Damme, en lugar del castellanizado Bandama, en territorio municipal capitalino.
Actualizando la cartografía consultada, la de GRAFCAN identifica este cono como montaña de La Matanza, sin duda porque se encuentra en el pago municipal denominado La Matanza y sea ésta la denominación habitual de los lugareños. Tan singular cono volcánico presenta dos alturas bien definidas, una corresponde a la cima de la montaña, alcanzando los 335 metros sobre el nivel del mar -es donde se ha erigido una cruz de acero bien conservada, pintada con un llamativo color marrón brillante-, y la otra elevación, que vista desde el barranco de las Goteras parece conformar un cono volcánico diferente, corresponde al punto más alto de un derrame lávico sucedido con orientación sur-suroeste, donde alcanza los 332 metros de altura.
Llama la atención la existencia de una poderosa muralla de cascajos que, a modo de límite de propiedades, divide este cono volcánico en dos partes, cara norte y cara sur, discurriendo para ello en una línea direccional este-oeste.
No sólo llama la atención desde la cima, sino que ejece un fuerte poder de atracción y desea uno transitar sobre ella pues su anchura, próxima a los dos metros, lo permite sin mayor dificultad, convirtiéndola en un elemento etnográfico de enorme valor. Pues bien, si queremos hacerlo, para caminar de una a otra altura debemos descender por la ladera oeste de la cima más alta y, o bien sortear la vegetación propia de la zona y algunas plantas introducidas, como pitas y tuneras, o bien, con mucho cuidado pues hay zonas con avanzado estado de deterioro, transitar sobre la curiosa muralla de cascajos, palpable resultado de un titánico ejercicio de despedregado de la zona, realizándose tal labor con la elevación de dos muros exteriores con piedras de considerable tamaño y el relleno interior con un sinfin de piedras pequeñas y de mediano tamaño, procedentes de la hoya que generó el cráter y de la barranquera formada en dirección norte, ambos suelos sometidos a cultivos en terrazas, hasta alcanzar una altura que varía entre uno y dos metros, según el estado del firme y la inclinación de la pendiente, salvando la vaguada -280 metros-, que separa ambas elevaciones. Esta degollada, da origen a dos incipientes barranqueras que forman, en su discurrir gravitacional, hacia el suroeste el nacimiento del barranquillo de Los Cascajos y hacia el norte un pequeño barranquillo sin nombre por su escasa entidad, que entrega sus esporádicas aguas al barranco de las Goteras.
Con la denominación más reciente y que está cogiendo más peso, la toponimia es clara en su interpretación. Al parecer hace referencia a un hecho concreto. Según el médico e historiador teldense Tomás Marín de Cubas (Marín y Cubas), hombres de armas de la expedición portuguesa capitaneada por Gonzalo Pérez Martel en el año 1393, llevaron a cabo una matanza de canarios en este valle, conocido desde entonces como valle de la Matanza. Manifiestaba también que en esa zona, había mujeres especializadas en el trabajo de alfarería, hecho que viene a confirmar la importancia alfarera desde época prehispánica del barranco de las Goteras, pues al pasado locero de La Matanza se unen otros lugares en la cuenca y laderas del barranco de las Goteras, como el de la Atalaya, centro alfarero que mantiene viva su tradición locera.
Deseo transcribir literalmente lo que recoge el doctor Pedro Hernández Benítez, prestigioso cronista e Hijo Adoptivo de la Ciudad de Telde en su obra "Telde: Sus valores arqueológicos, históricos, artísticos y religiosos".
"Matanza (La).- Lugar que nos trae a la memoria la acción bélica realizada por castellanos desembarcados en la playa de Jinámar, mucho antes de la conquista, que llegando hasta un lugar que le llaman la ollería, de seguro un taller de barros cocidos de los aborígenes, entablaron una batalla con los canarios en que murieron centenares de ellos y bastantes españoles; desde entonces llámase a este lugar La Matanza".
Fueren portugueses o españoles, no hay duda alguna en que en este preciso lugar hubo un mortal encuentro con numerosas bajas. Tampoco hay duda en que en esta zona se fabricaba loza aborigen.
Son importantes para mí estos hechos, pues hay registrado en la zona un yacimiento arqueológico y se encuentra justo frente a mí, observado desde la cara norte de esta montaña. Al parecer se trata de tres grupos de cuevas artificiales que están comunicadas entre sí por andenes y galerías excavadas en la toba. Las cavidades son amplias y la existencia de túneles conectan los tres espacios del poblado. Al no encontrarse en la montaña, las dejo pendientes de una futura visita, pero si ustedes quieren abundar en la información, en la Guía del Patrimonio arqueológico de Gran Canaria, en la página 187, encontrarán un capitulo dedicado a este yacimiento. Desde Montaña Pelada o montaña de La Matanzaesta atalaya, es llamativo el lugar donde se asienta. A primera vista parece tratarse de un derrame lávico del pico de Vandama, antes de su hundimiento, que desciende en dirección este y donde el tiempo ha desmantelado sus materiales más deleznables, descubierto la parte más alta, dejando un sustrato compacto de roca, idóneo para la formación posterior de cuevas naturales. Multiples cuevas observo desde esta singular atalaya, y está claro mi interés y compromiso con la realización de una posterior visita.
Para realizar la habitual lectura del paisaje observado, me encuentro en la cima de la montaña. Una vez en ella, una peana de tres escalones nos permite sentarnos y observar con detenimiento el paisaje. Forman la base de una cruz metálica, pintada de un brillante color marrón y presentan su parte frontal recubierta con piedra volcánica del lugar, mitigando así el impacto visual de los mismos. Donde me siento hay una fecha: 16-3-1948, posiblemente el momento en que se erigió este símbolo religioso.
Es ésta una zona desprovista de vegetación que se define como una especie de camino a ambos lados de la cruz. Y ciertamente, lo hay en un sentido. Esta zona pelada, presenta una superficie escoriácea de color amarillento. Sobre ella prosperan aislados ejemplares de vinagreras y bejeques rosados (Aeomium percarneum), ambos de pequeño porte, castigados por los vientos constantes. Sin embargo, pica la curiosidad las plantaciones realizadas en ella. A ambos lados de la cruz hay dos dragos y dos acebuches, estos últimos protegidos por mallas plásticas en muy mal estado. Los dragos han crecido y presentan un buen penacho verde, los acebuches prácticamente están secos. Se les nota forzados a prosperar en un lugar inadecuado para su desarrollo. Los vientos constantes tampoco ayudan a ello.
Una mirada inicial a todo el entorno nos oferta uno de los intereses paisajísticos más atractivos de esta atalaya: la observación y estudio visual del entramando urbano que discurre a nuestros pies, en su mayor parte del municipio teldense, permitiendo analizar el avance de su proceso urbanístico.
Pero vayamos por partes. Si observamos hacia el oeste, una inexistente senda nos anima a explorar la otra cima de este cono. La razón es hacerlo, como ya hemos indicado, bien sorteando la vegetación de esta ladera, bien a través de la muralla antes comentada. Pero antes dejaremos que nuestra vista se dirija un poco a nuestra derecha, dirección noroeste.
Frente a nosotros se levanta, en primer plano, la caldera de Vandama y tras ella su Pico. Sé que hay una senda que permite circunvalar la caldera y, desde aquí aprecio algunos tramos de la misma, pero mi vista se detiene en la extracción que antaño amenazaba con alterar de un modo irreversible la ladera sur de este monumento natural. Situada en la confluencia de la caldera con el cauce del barranco de Las Goteras, fue paralizada en su día y ha perdido la imagen impactante de entonces, mitigada por la posterior colonización vegetal que ha disimulado el atentado ecológico. Si nos adentramos barranco arriba constataremos el alto nivel de extracción llevado a cabo. En la ladera del barranco perteneciente al municipio de Telde se arrasó por completo con la capa de picón hasta descubrir la roca. Es una lección viva para la historia de aquello que no debería hacerse. Con la desnudez de la ladera desapareció el bosque termófilo asentado en ella, quedando sólo aislados vestigios de lo que fue. Observando la ladera, me alegra contemplar algunos manchones verdes que obedecen a la presencia de lentiscos y algún que otro acebuche. Algún ejemplar corona el borde de la caldera y otros se observan discurriendo por el cauce de las barranqueras que se han formado en la ladera observada y cuyo destino final es el cauce del barranco. También se observan vestigios de antiguos cultivos en algunas zonas de esta ladera.
Tras el Pico de Vandama destacan tres conos, más o menos alineados. Se trata de la montaña de Tafira, Salvago y la montaña del Socorro. Un poco más al oeste destaca la presencia del monte Lentiscal.
Mi vista busca la cumbre, dirigiéndose más al oeste. Discurre en esta dirección el barranco de las Goteras, en busca de su cuenca de formación. En su ladera derecha, desde nuestro punto de vista, destaca el pago de la Atalaya. Varios manchones oscuros delatan la presencia de lentiscos en la ladera del barranco orientada al norte y al nordeste. Es en esta ladera donde grandes dragos crecen y se reproducen sin dificultad alguna.
Sobre el naciente del barranco la silueta de las cumbres se encuentra ennegrecida en parte por el reciente incendio que afectó a los altos de Tejeda y San Mateo. Hay pinar en la cumbre y bajo él, un mar de nubes que cubre la cuenca donde se inicia el barranco.
Ya a mis pies, observo la otra parte de este cono, la otra cima, hacia la que me dirigiré luego.También aquí me llama la atención la presencia de más de un centenar de lentiscos en sus laderas, llegando a coronar ambas cimas. Se trata de una especie arbórea siempreverde que se achaparra adaptándose al perfil de la montaña, con ejemplares que apenas rebasan el metro, metro y medio de altura pero cuyas ramas se desarrollan horizontalmente formando una copa que alcanza, en los mayores ejemplares, una decena de metros de diámetro.
Me alegra ver tantos lentiscos en buen estado pues en la serie de conos volcánicos que estoy recorriendo, de la veintena que llevo tratados hasta la fecha, en ninguno constaté la presencia de lentiscos.
Buenos ejemplares de cardones, bejeques rosados, romeros marinos, vinagreras y verodes complementan las especies arbustivas más destacadas de la vegetación de esta ladera oeste de la montaña, sólo rota por plantaciones de tunera americana y pitas en la zona de ladera más próxima a la cima.
Me giro hacia el naciente para observar la vertiente este del cono. La pendiente se torna acusada, el terreno sobre el que caminamos, suelto y peligroso, lo propio de un suelo de escorias en continuo proceso de degradación, pero es por aquí por donde asciende el único camino, la senda que bifurcándose unos metros más abajo, nos conducirá a la izquierda al núcleo teldense de Lomo Blanco y a la derecha a Hoya Niebla. No hay otra senda en toda la montaña. Cualquier otra que realicen, bien teniendo en cuenta la improvisación o su intuición que les llevará a vislumbrar pequeñas sendas trazadas por algún ganado, queda bajo la responsabilidad de cada lector la decisión de tomarlas para ascender el volcán. Los riesgos son evidentes, el sustrato inestable generado por estos materiales escoriáceos, en caso de caída, rasga con facilidad la ropa y la piel de las personas imprudentes, de quines hayan abordado esta ascensión -como la de cualquier otro cono volcánico-, sin el calzado o la ropa adecuada o, carentes de experiencia y poco acostumbradas a transitar por estos espacios.
Es cierto que la senda que recomendamos se encuentra bastante deteriorada por el uso continuo que de ella hacen las motos y bicicletas de montaña. También es cierto que dicho tránsito está vedado al primer tipo de vehículos y así lo manifiesta una señal vertical específica que prohibe la circulación de motos por esta ruta, colocada al inicio del camino, justo en la trasera de la iglesia de Lomo Blanco.
Es ésta la otra entrada al cono para acometer su ascensión, iniciándose junto a la iglesia y el depósito de agua potable de Lomo Blanco. La ruta asciende por un terreno de cenizas volcánicas de color amarillento y escasa granulometría, muy polvorienta debido al grado de degradación que les imprimen las ruedas de las motos. Esta circunstancia se traduce en una subida más costosa. A nuestra derecha, una sucesión de dragos, nos define el camino. La presencia de pitones que, de un modo natural, una vez secos caen de un modo fortuito sobre el camino, cortándolo, dificultan o imposibilitan el paso a los vehículos de dos ruedas y facilita que sea tan sólo eso: una senda peatonal.
Es esta la ruta más idónea para acceder a la montaña Rajada. Si, en nuestra subida, tomamos el desvío que se nos presenta a nuestra izquierda, antes de continuar hacia la cima de montaña Pelada, a un centenar de metros nos encontraremos con montaña Rajada.
Y digo la otra entrada a la montaña porque en orientación sur, una barranquera que algún día fue cómoda senda, actualmente arruinada por el abusivo uso que de ella hacen motos y bicis de montaña, nos llevará al pie de la montaña y, tras una acusada pendiente, se bifurcará a media montaña para dirigirse, a nuestra derecha a Hoya Niebla -es el camino del que les estoy hablando-, y si continuan el ascenso a montaña Pelada o de la Matanza.
Sin embargo, ahora no se trata de coger senda alguna, se trata de observar con calma el paisaje. Es en esta dirección donde se encuentran todas las urbanizaciones desarrolladas en el valle de Jinámar y el barranco de las Goteras.
Es en orientación este, donde observamos la zona más extensa urbanizada pues desde el valle de Jinámar hasta la desembocadura del barranco se asientan los núcleos poblacionales que conforman las grandes torres de viviendas, agrupadas en fases urbanísticas diferenciadas.
Llevando la vista a la costa, desde la Atalaya de Melenara -ahora montaña de Taliarte-, urbanizada por completo, se extiende el litoral urbanizado -tanto urbano como industrial-, hasta la península de Gando. Si la vista continúa, ahora con orientación sur-suroeste, una cadena de conos volcánicos se engarzan, imposibilitando observar otros paisajes del sur de la isla.
Es en esta dirección donde se observa el mayor impacto sufrido por la montaña. A nuestros pies, la ladera desapareció como consecuencia de brutales extracciones que llevaron a la montaña Rajada al borde del colapso. Para ello sólo es necesario acceder al boquete extractivo y dirigir la mirada a la montaña. En el enorme socavón trabajan actualmente decenas de camiones, excavadoras y apisonadoras que traen, mueven y apelmazan escombros y otros residuos inertes, pues es éste el modelo utilizado para llevar a cabo la recuperación de perfiles en todos los conos volcánicos expoliados y degradados, y al mismo tiempo dar respuesta a la generación de una cantidad ingente de residuos de construcción.
En las laderas de este enorme socavón, vinagreras y tajinastes blancos colonizan los negruzcos y rojizos picones sueltos, aportando firmeza al material escoriáceo. Gualdones, esparragueras, balillos, tabaibas dulces y vinagreras cubren las zonas menos alteradas, justo entre el socavón y la finca cultivada de olivos y vides. Observo pájaros camineros y una pequeña bandada de canarios de monte en esta degradada zona arbustiva. Y, como es habitual, sobre nuestra cabeza, se cierne la silueta de un pequeño falcónido: el cernícalo.
Ampliando la visual de este sector, los polígonos industriales de Maipez y Cruz de la Gallina se extienden por los inicios del valle, por las zonas conocidas como La Francia y Los Caraballos y, si elevamos la mirada, el cráter y la necrópolis asentada sobre el mismo, de la montaña de El Roso, el volcán restaurado de Montaña Quemada y la Hoya del Gallego.
Tambien es en esta dirección donde se extiende el derrame lávico que, en dirección al mar, dio lugar a un posterior cono en su desarrollo, que no es otro que la montaña de la Barqueta o montaña Rajada.
Observando ya a nuestros pies, entre montaña Rajada y esta cima, observamos unos terrenos cultivados, Vides y olivos aportan color y contraste a la negritud de las escorias.
Fuera de la zona cultivada, la alteración de esta cara por las extracciones sucesivas ha permitido prosperar al rabo de gato que ha cambiado el color del paisaje botánico por el amarillo pajizo de sus ejemplares. Tanto la ladera este como la sur presentan amplias zonas cubiertas por esta gramínea invasora.
Desvío la mirada hacia mi izquierda, en dirección norte, para fijarme en tres volcanes de la Isleta. Estimo por su altura que corresponden al Vigía, El Faro y montaña Colorada, pero si quieren tener una mayor precisión les recomiendo la lectura del capítulo dedicado al estudio morfológico y descriptivo de la Isleta que mi estimado amigo Alex Hansen Machín realizó en su publicación: "Los volcanes recientes de Gran Canaria". Yo me limito a exponer lo observado y es que esta montaña es una atalaya excepcional desde donde disfrutar con el conjunto vulcanológico de la Isleta. Extender una mirada sobre el océano es observarlo salpicado de decenas de barcos de todo tipo, fondeados al amparo del Puerto de Las Palmas y de su área de protección, barcos que fondean hasta la altura del barranco de Jinámar.
Paulatinamente devuelvo la mirada a esta montaña y en este regreso visual, constato como la ladera de solana del barranco de Las Goteras oculta casi por completo la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la zona baja que se extiende a lo largo de la avenida marítima. Solo descuellan, situándola, los pisos más altos de algunas torres de viviendas de las urbanizaciones que se asientan en las laderas del cono sur de la ciudad.
De regreso visual a la montaña, la extensa vaguada en semillanura que supone la amplia desembocadura del barranco de las Goteras ha sido cubierta por urbanizaciones de diversa índole, la mayoría de ellas casas terreras de poca altura que han ido conformando barrios. Algunas de estas construcciones presentan pequeñas parcelas a su espalda, unas cultivadas y otras abandonadas. Los primeros barrios, orientadas al norte son las siguientes: Lomo Blanco, Hornos del Rey, Santa Margarita, Monte Quemado, El Llanillo, Llanos de la Barrera, Llano de las Nieves, Marzagán y Las Haciendas, unas pertenecen al municipio de Las Palmas, otras al de Telde, según se encuentren en la ladera derecha o izquierda del barranco de las Goteras, conocido desde esta zona como barranco de Jinámar hasta su desembocadura.
La vegetación de esta ladera tiene dos especies arbustivas dominantes: los verodes y las vinagreras. A ellas se unen las sempiternas tuneras que, ya asilvestradas, colonizan gran parte de la montaña en todas sus vertientes y las pitas que, en clara expansión, sujetan con sus raíces las inestables cenizas volcanicas. Salvias, bejeques rosados, inciensos, hinojos, esparragueras, cerrajas, balillos, matos de risco, gualdones forman parte de la vegetación endémica del lugar.
Apenas inciamos el descenso de esta cima en esta dirección, nos sorprende la presencia de un lentisco, achaparrado como todos los que observo en el cono, de un metro aproximado de altura y unos ocho metros de diámetro conformando uno de los dispersos manchones verdes que presenta esta montaña. También en esta cara, el terreno resbaladizo por las cenizas volcanicas lo tornan peligroso cuando nos aventuramos fuera de la senda antes indicada.
En orientación sur destaca la perfecta alineación de los volcanes del conjunto de Rosiana. Es desde la cima de esta montaña, desde donde identifico el mayor número de conos volcánicos. Parto para ello de la costa, con el roque de Gando y los volcanes asociados a la península del mismo nombre: montaña del Ámbar y montaña de Gando. Aparece luego la inconfundible imagen del cono fisural de Cuatro Puertas, montaña El Gallego, Topino, La Majada, Herrero, El Melosal, Juan Santiago, Triguerillas, Rosiana, montañeta de Cubas, Santidad, El Plato, montañeta Fría, La Caldereta, montaña de La Pasadilla...
Aproximo la vista a mis pies. Tres hoyas se han formado en el interior de este conjunto de volcanes y ambas son aprovechadas para su cultivo: La Caldereta, Hoya Niebla y Hoya Trasera.
Desciendo ahora por la senda que lleva a Hoya Niebla. Si en la parte alta del cono las vinagreras y los bejeques rosados eran los arbustos dominantes, a media ladera, un extenso campo de romeros marinos (Campylanthus salsoloides leucantha) me sorprende con su belleza y aroma. No quiero dejar de reseñar que en todos los volcanes visitados nunca había visto una concentración tan grande de romeros marinos ocupando una ladera, como ésta que se extiende por la vertiente sur de la montaña de La Matanza o montaña Pelada y continuando por la cara norte pasada la degollada amurallada. Matos de risco, veroles, tabaibas salvajes, salvias, bejeques, esparragueras, cornicales, balillos, mamitas (Allagopapus viscossisimus), hinojos, gualdones, tomillos complementan esta interesante cubierta arbudtiva, en un suelo colmado de cascajos que, al igual que encontramos en las paredes de la muralla, se encuentra cubierto de líquenes.
Dejamos la cima y descendemos hasta la muralla. Camino sobre su inestable adarve, en algunos tramos derruído. Asciendo la segunda altura del volcán -podríamos decir una montaña bicéfala, recordando la tricéfala montaña de Los Barros- y me he encuentro que junto a los lentiscos presentes en buen número en sus laderas norte y oeste, esta cima, con sus 332 metros de altitud, está coronada por tres espléndidos eucaliptos cuyo porte arbóreo está marcado por la influencia de los vientos dominantes y así, observo como sus troncos se han curvado en la dirección marcada por los mismos y como su potente frondosidad se desarrolla sin problema alguno generando un suelo de hojarasca propio de un eucaliptal. En este suelo ácido, tuneras y pitas prosperan en él. Algunas vinagreras y un par de bejeques rosados les acompañan en la colonización de un sustrato que se vuelve excluyente para otras especies botánicas. Muy cerca, otro ejemplar de lentisco prospera, justo en la cima, con su porte achaparrado. La inclemencia del viento no le permite alturas superiores al medio metro, pero sabe extender su follaje alrededor del tronco y ocupar con dicha estrategia de supervivencia una amplia superficie.
No hay mejor atalaya que ésta para observar Hoya Niebla, Hoya Trasera -me gusta verla cultivada- y La Caldereta, todos ellos lugares donde se gesta el nacimiento del barranco de Los Cascajos, barranco que desde aquí observamos en su recorrido hasta perderse en las zonas urbanas e industriales de Jinámar.
Espiño Meilán, José Manuel
Espiño Meilán, José Manuel


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