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Galicia verbernera

viernes, 14 de julio de 2023
Galicia es el país de los mil ríos, decía Cunqueiro. Y de las mil romerías, encuentros que son algo más que las fiestas populares de otros lugares.
Galicia verberneraBisabuelos, abuelos y nuestros mismos padres, iban de romería -sobre todo en verano- recorriendo inhóspitos caminos con familiares y vecinos. No para besar el santo e irse, sino para quedarse, rezarle, darle gracias o cumplir promesas y, al mismo tiempo, intercambiar cantos, parloteos, bromas, viandas y muchísimo entusiasmo.
En Santiago, por ejemplo, eran sonadas las fiestas del Carme de Abaixo, Pastoriza, Guadalupe, S. Lázaro, Amio, S. Caetano o las de Angrois, nombre de triste recuerdo ahora. Más lejanas del centro quedaban las de S. Paio do Monte, Pico Sacro, Laraño, Brión, Escravitude e incluso Oza, siendo igualmente concurridas por compostelanos.
Todo cabía: lo profano y lo religioso. Todo se vivía: las vísperas y su verbena, los previos a la misa y procesión, las comidas, los bailes, los cohetes, iluminaciones, globos, y la música, que en todo estaba presente.
Protestas hubo por el uso de gaitas, trombones, bombos y platillos en las iglesias. El repertorio elegido y tantos decibelios no eran gratos en tan morada santa. El armonio, era más afín y se usó sin problema. Ciegos con zanfonas y violines, cantando coplas a cambio de unas monedas, eran muy valorados. Y guitarras y bandurrias, así como acordeones, campaban también a sus anchas.
Bien entrado el siglo XX, indianos vestidos de blanco y sombreros nunca vistos, alteraron las costumbres. Se impusieron murgas y charangas con los bailables de moda: cumbias, merengues, rancheras, habaneras y un largo etcétera. Incluso se emulaban bailes de salón o de mayor postín: polkas, valses, mazurcas y rigodones.
Cerrando este pintoresco, aunque incompleto panorama, obligado es mencionar el baile agarrao, del que surgieron cortejos y amoríos que era fácil que acabasen en felices desposorios. Pregunten los más jóvenes a otras generaciones y quedarán embobaos con sus historias.
Otros hemos nacido o crecido en centros urbanos, con el disco debajo del brazo o, a lo sumo, sonando en viejos armatrostes -hoy tesoros bien preciados- del que salían arias de ópera y zarzuela, chotis y pasodobles. Todo un popurrí de melodías que, sin salir de casa, entraban en nuestros oídos sin pedir permiso.
Romerías y fiestas populares fueron perdiendo fuelle hasta los años '90, cuando por iniciativa de los jóvenes -hoy abuelos o padres de familia- con apoyo de sus convecinos, les dieron nuevo brío.
Ni romerías ni verbenas han desaparecido desde entonces. Ahora, por razones sabidas, e intereses que no juzgo, no encuentran modo de salir a flote. Ni las orquestas se salvan: Compostela, Panorama, París de Noia, Olympus y otras de menos arraigo.
Leo en un diario el estado alarmante en que se encuentran. Armando, que tiene una empresa que organiza fiestas en los municipios y es miembro de A.R.T.E (Asociación de Representantes de Técnicos de Espectáculos), señala: "Después de la pandemia hubo un 20 o un 25% de las orquestas a nivel nacional que desaparecieron. ¿Por qué? Hubo personas que no aguantaron los 2 años y pico de parón, se dedicaron a otros sectores y ya no han querido volver. Ahora mismo es muy difícil encontrar orquestas. Por ejemplo, nosotros tenemos tres pueblos en agosto a los que no les podemos hacer nada, absolutamente nada. No sé cómo se van a arreglar para programar una orquesta en sus fiestas". A mayores, otro problema añadido cual es la celebración de las elecciones del 23J.
Galicia verberneraProsigue el entrevistado: "No te puedes hacer una idea de lo que 'revuelven' las elecciones. Este año se han contratado muchas fiestas antes que en otras ocasiones y quien no lo haya hecho ya, lo va a tener difícil".
Menos mal que nos quedan testimonios vivos y otros que los resucitan: el archivo televisivo. ¿Es nostalgia de otros tiempos? ¿Es relleno para matar largas tardes de verano con tanto "Vaia troula"? ¿Interesa verlas en una pantalla? Sus fieles y devotos seguidores, ancianos y jóvenes, necesitan algo más. Sobre todo, que dejen de estar en jaque mate.
Las tradiciones son patrimonio de un pueblo, incluida la música de fiestas, romerías y verbenas. Orquestas y bandas se nutren, en gran parte, a excepción de algunos estrenos puntuales, de música ajena, adaptada a las circunstancias y al público que las sigue. Si éste falta, su crecimiento, maduración y pervivencia, se trastoca o muere. Si técnicos y músicos dejan de aparecer en palcos y recintos feriales, el volantazo será inevitable. Mal para tantos implicados que de esto viven y también para la música.
No soy forofa de verbenas ni bailes populares pues en mi infancia, a pocos metros de casa, una docena de veces al año se asentaban "no campo do baile" esos engranajes de ruido: micrófonos, altavoces, amplificadores y mil luces de colores. Temblaba el suelo.
Aun así, me consta que la música tiene más vida en directo, en locales de ocio nocturno o al aire libre. No será tan impoluta como el límpido sonido de un DVD ni un Blu-Ray. Lo imperfecto es acogedor y cálido; lo perfecto, impersonal y frío. Guste o no guste. No es ese el dilema.
Es absurdo buscar vida donde no hay aire. Insuflar ánimo a pulmones que no precisan aun respiradores. Somos humanos, seres sociables y eslabones de una cadena. Ese pasado recibido y asentado en tantos lugares del mundo, como estas fiestas gallegas con sus peculiaridades, son como el agua que recorre este país de los mil ríos, rías, verbenas y romerías. ¡Evitemos la sequía, mientras podamos!
Alén, Pilar
Alén, Pilar


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