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Discriminación positiva

viernes, 16 de junio de 2023
Estamos a las puertas de otro gran "Día D...", es decir, llegando a una de esas efemérides que no se sabe muy bien porqué (o que, ensabiéndolo, es mejor no haberlo sabido) se ha instalado (¿o institucionalizado?) de tal manera que, si no se celebra, parece que somos extraterrestres.
Esta me toca más de cerca y, sinceramente, no quiero dejarla pasar sin meterme un poco de lleno en ella. Se conmemora el 21 de junio, fecha dedicada, desde 1982, al 'Día Europeo de la Música'.
'Europeo' Sí. No es el 'Día Internacional de la Música'. Desconozco la razón. Quizá se deba a que ya hay otra fecha que hace innecesaria la duplicación: el 22 de noviembre, día de Sta. Cecilia, a la que se la honra como su patrona. Buscar relación entre la Discriminación positivasanta y la música es harina de otro costal que, de momento, dejo estar.
Pregunta al aire: ¿no quedamos en que la música es un lenguaje UNIVERSAL? Eso quiere decir que es más que 'Internacional' y que, por tanto, se supone que está fuera ya de las fronteras territoriales y se extiende más allá del cosmos sideral.
En fin, cuando descubra de qué va este galimatías de nomenclaturas y distinciones, a primera vista, arbitrarias, se lo cuento. Ahora, y dado que hay muchos que están plateándose antes de irse de vacaciones qué hacer el próximo curso, hablemos de la consideración de la Música y su roll en los estudios académicos a lo largo de la historia. A ver si consigo ponerla a la altura que, creo, le corresponde. De paso, quizás mueva a algunos a familiarizarse con ella, durante este verano o de cara a un futuro próximo.

¿Por dónde empezar si se trata de hablar o escribir sobre Música? Abarca tanto esta palabra... Se puede abordar desde tantas perspectivas... Sería tarea tremendamente ardua meterme en todas ellas. Incluso si acoto el tema, como pretendo hacerlo, al ámbito estrictamente de su esencia y a la enseñanza musical, no deja de abrumarme. Con todo, sudando ya desde el inicio, opto por comenzar por la formación musical y, si me queda todavía aliento, veré si continuo con la naturaleza/ esencia/ poder/ influencia del arte/ ciencia que nos ocupa.
La educación/ formación/ aprendizaje/ enseñanza de la Música (me gusta escribir este término con mayúsculas, aunque haré el esfuerzo de hacerlo, de aquí en adelante, en minúsculas) es una cuestión tan amplia como compleja. Y, la verdad sea dicha, ya se ha escrito tanto que sobraría añadir más. Aun así, y viendo cómo está el panorama (y lo que se avecina) no sobra traer a colación algunas ideas que, no por sabidas, a más de uno le sorprenderán. Quizás a otros les resulten de interés en parte, o simplemente les refresquen su memoria frágil.

Aun están recientes los tiempos en que la música en los colegios e institutos (y, lamentablemente, en ciertos ámbitos de estudios superiores) era considerada como una "asignatura maría", de relleno o secundaria, por decirlo de otro modo. Era la cenicienta, pero con un final no tan feliz como el del cuento que nos cuentan.
Pese a todo, conociendo la historia y los altibajos que ha tenido esta asignatura en los itinerarios curriculares del sistema educativo -no digo ya desde la antigua Grecia, sino en los dos últimos siglos- casi cabría incluso congratularse y exclamar '¡dichosos quienes todavía pueden recordarla como algo marginal'; eso significaría al menos que esa materia estaba contemplada en sus estudios, algo que no siempre ha sucedido, y puede que no suceda.
Oportuna aclaración que traigo a colación: no comparto la expresión 'asignatura maría' aplicada a ninguna de las materias que están, o han estado, en los planes de estudios, sea Labores del Hogar o Inteligencia Artificial. Cada una tiene, o ha tenido, su cometido.

Todos, de un modo u otro, apreciamos la música. O como poco, la toleramos (qué mal suena) y la consideramos, aun sin reparar mucho en ello, como parte esencial de nuestra vida. Está tan presente que -¡perogrullada!- ni nos paramos a pensar que está en todas partes: en la naturaleza, con sus mil y una sonoridades y, en el extremo opuesto, en los más sofisticados sistemas tecnológicos cargados de excéntricas 'melodías'. Es algo tan cotidiano y familiar que, casi ni se repara que 'existe'. Como el aire que respiramos, no se nota ni se ve, pero está.
Si es así y tanta presencia tiene, es difícil entender cómo no se le presta más atención en la educación, formación y aprendizaje de todos: niños, jóvenes y adultos. Ciertamente y por fortuna, hay que matizar y diferenciar etapas, aunque hacer un recorrido exhaustivo sobre esta cuestión no viene a cuento ahora. Apuntaré algunas pinceladas y que cada cual abunde en ellas.

Basta recordar que Pitágoras equiparaba la "armonía" del mundo con la "armonía" del alma. Platón no concebía la "democracia" sin la Música. Aristóteles consideraba la música como algo fundamental en la forja del carácter de los jóvenes.
Otros muchos filósofos, eruditos, Padres de la Iglesia, etc., cercanos al nacimiento del cristianismo, han dejado jugosas citas en sus obras poniendo de relieve todo el poder de las armonías sonoras (en sentido positivo y negativo), tanto en la formación particular del individuo como en la configuración de la vida social, por no decir en la constitución del orden de todo el universo.
En las escuelas medievales la música formaba parte, con toda naturalidad y por derecho propio, dentro de las siete artes liberales, en el Quadrivium, junto a la aritmética, la astrología y la geometría, frente al Trivium (gramática, lógica y retórica). En los siglos posteriores, con sus más y sus menos, la música -ya fuera en el ámbito culto/académico, o en el popular- mantenía el mismo rango de disciplina inseparable de la buena formación humana o como parte esencial de la vida.
Tanto es así que hubo personas que, avanzando en el tiempo, en plena era del Barroco, se consagraron de por vida a ella (Monteverdi, Vivaldi... y, como no, J. S. Bach). En el Clasicismo, a Mozart, por ej., la música le vino dada: era un ser musical. En los albores del Romanticismo, Beethoven, pese a todos los contratiempos de su azarosa vida y a su inseparable mal físico (la sordera) vivió 'para' la música.
Son ejemplos de sobra conocidos (una ronda por lo que llamaríamos "clásicos populares"), pero hay otros muchos ejemplos no tan relevantes a los que cabría darles un protagonismo semejante.
No pensemos, sin embargo, que la música era solo un arte de alto standing, tan seria como almidonada. También era vista, por decirlo de algún modo, como un fatuo divertimento... En tiempos de Mozart, por citar algo, los conciertos no se escuchaban en silencio y con el personal sentado en finos sillones de la época. Todo lo contrario: se hacía de pie, hablando, comiendo y bebiendo... mientras, "de fondo", sonaban los minuetos y demás florituras vocales de intrépidos cantantAs y cantantes.
Peor aun fue el siglo XX, en el cual hubo un poco de todo. Músicos excéntricos con ganas de experimentar, otros pegados a una particular tradición patriótica o mundo ancestral, y no pocos ajenos a todo movimiento o tendencia estética de moda... Si algunos no hubieran pasado a la historia por sus obras, hubiesen tenido cabido en ella por el revuelo que levantaron. En todo caso, la sociedad no era indiferente a la música, ni viceversa.

Cierto es que, la regulación de los estudios musicales es algo reciente. Antes, como casi todo, los 'saberes' se pasaban de padres a hijos o de maestros a aprendices, sin más... y, normalmente, casi de forma oral o a través de escasos manuales redactados ad hoc para la ocasión.
Cuando en el XIX surgieron los conservatorios (en París, 1795, en Madrid, 1830...), tal y como los concebimos hoy, puesto que sus orígenes como centros de formación musical se remontan a los ss. XV y XVI ligados a catedrales, monasterios y conventos, la enseñanza musical, por fuerza comenzaron a reglarse los estudios musicales. En consecuencia, comenzó a exigírsele a los educandos un nivel que a veces era difícil de lograr entre los más dotados. No faltaron músicos que se desmarcaron de estos centros y prefirieron crecer como autodidactas o mantenerse al margen de enseñanzas estandarizadas.

Centrándonos en el caso español y, concretamente, en las últimas centurias, resulta apabullante -mareante- describir los giros que dio la historia en este sentido.
Curiosamente y pese a lo efímero de su reinado, el propulsor del que podría haber sido el primer gran conservatorio de España fue Pepe Botella, el hermano de Napoleón. En 1809 tenía el proyecto avanzado, pero no llegó a materializarse. Esa semilla germinaría poco después ya que fueron precisamente los gobiernos liberales los que mayor impulso intentaron dar a la enseñanza musical (Legislación de 1821, la II República de 1831, la Ley Moyano de 1857). No obstante, cada "avance" vino acompañado de un retroceso o, al menos, paralización de cada pequeño o gran logro, siendo el siglo XX el más convulso en cuanto a legislación musical se refiere, tanto en sus inicios como en su etapa final.
Se puede decir, a modo de resumen, para no aburrir al más abnegado lector, que en esos dos siglos -salvando raras y contadas excepciones- la enseñanza de la música (y no digamos la formación y el aprendizaje unidos a ella) no tuvo apenas protagonismo alguno en la vida del país.
Tras la II República, la Guerra Civil y las décadas posteriores hasta 1970, se desmanteló lo que se preveía con aires renovados y esperanzados. Como mucho, se vio en la música (más bien en el canto y en la recogida de danzas tradicionales) un modo de ocio y descanso, a la vez que forja de una disciplina, hoy en día no poco controvertida.
Varias generaciones crecieron al son del obligado canto del "Cara al Sol" y de canciones patrióticas en las escuelas, que se sumaban a los numerosos himnos religiosos, dentro y fuera de las aulas. En descargo de este panorama, no muy alentador, habría que decir que no fue totalmente un "tiempo perdido" pues, si se mira en clave positiva, fue una etapa en la que -con mayor o menor acierto, todo es discutible, sin duda- se hizo una labor de recopilación (y no poca de-formación y manipulación...) de cantos y danzas que hoy estarían completamente desterrados de la memoria personal y colectiva. Aun así, se tilda a esta época como una etapa de penuria y miseria en lo que a enseñanza musical se refiere.

Con estos antecedentes, la remontada está llevando su tiempo.
La EGB y el BUP, que muchos recordarán pues se implantaron en 1970, proponían una formación humana integral y racional, de carácter universal. La enseñanza musical tuvo presencia en todas las etapas educativa desde entonces, reglamentándose materias, horas lectivas a la semana, (supuesta) formación del profesorado, etc., aunque todo fue más teórico que real.
Faltaba, por ej., financiación para la creación de un profesorado específicamente formado en esta materia. Y, lo que creo más sangrante, brillaba por su ausencia una verdadera concienciación a nivel social (e institucional, por supuesto) de la importancia de la música 'en y para' la formación/educación de los niños en particular, y de las personas en general. Era un adorno, un complemento, cuando no un pasatiempo estéril...

Ya próximos al siglo XXI, en 1990 la LOGSE planteó la democratización de la educación obligatoria hasta los 16 años, lo cual supuso que, a más años, mayor presencia de la música en los planes de estudio.
Con la LOCE de 2002 se consiguió un pequeño avance al establecer como axioma que la música (¡gran descubrimiento!) era un 'bien cultural y lenguaje y medio de comunicación no verbal...'.
Finalmente, para abreviar y poner de manifiesto los vaivenes de nuestro sistema educativo, baste señalar que desde entonces se contabilizan -en trece años- cuatro Reales Decretos que abordan la reformas y contrarreformas en el ámbito de la enseñanza musical, dentro del sistema educativo, tanto en primaria como en secundaria.
¡Que por legislar no sea!, pensarían nuestros gobernantes...

En el plano de las enseñanzas superiores (conservatorios y universidades) los logros alcanzados en esas décadas, sin duda fueron bastante más sustanciosos. Llegaron tarde, pero llegaron.
En el año 2006 se estableció el 'Grado en Música' (Titulación de Profesor de Música) por parte del Ministerio de Educación. Los profesores de los conservatorios se equipararon a los licenciados de la recientemente implantada 'Musicología' universitaria, cuyo recorrido, a vuela pluma, les comento, partiendo de un hecho que requeriría un trabajo aparte: los estudios superiores de Musicología habían quedado relegados al ámbito de Discriminación positivalos conservatorios.
Con decenas de décadas de retraso, y no sin gran esfuerzo, la LRU de 1984 posibilitó los estudios de Musicología, en primer lugar, en la Universidad de Oviedo.
Fue un paso que dio su fruto al ir extendiéndose por otras universidades españolas, con la consiguiente formación paulatina de un nutrido grupo de profesionales capaces de impartir docencia musical en secundaria y, a la vez, de investigar sobre esta disciplina.
En 1995 comenzaron a implantarse, los estudios específicos de 'Historia y Ciencias de la Música' en las universidades de Salamanca, Valladolid, Granada, Madrid... y pocas más en las décadas posteriores.
Por si se lo plantean, me adelanto: a Santiago esa oportunidad le pasó de largo...

Concluyendo estas pinceladas, se podría decir que, de alguna manera, se fue avanzando algo en el plano de la enseñanza musical.
La pregunta que se viene a la mente es: ¿lo que se ha hecho es suficiente?... Y, al amparo de ésta: ¿se está haciendo bien o, al menos, lo mejor posible?
Todo es mejorable, por supuesto. Cada paso que se da siempre es un avance, aunque solo sea porque de los errores también se aprende (o eso quiero pensar), pero ese caos legislativo, pregunto de nuevo: ¿ha favorecido a quienes realmente deben ser los beneficiarios de tantas supuestas reformas, es decir, a nuestros niños y jóvenes?...
El "eppur si mouve" ("y sin embargo, se mueve") aplicado en este contexto no es lo más idóneo, pues ese remolino ha creado desconcierto entre los educadores, las familias y los propios alumnos.
No por cambiar leyes -a veces por el simple hecho de 'renovar' lo que otros, de signo político contrario, han legislado o han impulsado- se alcanza una mejora.
Muchos no sabemos ya a qué atenernos. El sistema educativo no ofrece estabilidad (ni en música ni en nada) y, sin ella, la formación integral peligra o, como poco, sufre... aunque solo sea de puro 'estrés' para ponerse al día de tanta novedad.
Algo tan aparentemente simple como es la enseñanza/formación/educación musical tal cual la contemplaban nuestros antepasados -aun sin tanta reglamentación- se está convirtiendo en un verdadero galimatías, al menos en España. Nuestro país, dicho sea de paso, tiene un pasado musical nada desdeñable, con recovecos aun sin descubrir en su inmensa mayoría. Pocos pueden vanagloriase de tener tan grandes compositores e intérpretes: desde un Tomás Luis de Victoria a un Octavio Paz, pasando por un Padre Soler... una Cristina Pato, o una Montserrat Caballé.
Algo falla. En algo nos estamos equivocando en Galicia y en el resto de España. Nadie ha dicho que sea fácil legislar, y menos al gusto de todos, pero resulta sospechoso que, en el país de las mil y una orquestas, mil y una bandas populares, municipales y de todo tipo, las mil y una fiestas y verbenas... e incluso los mil y un concursos y festivales musicales, no haya mayor consenso a nivel educacional. Parece como si hubiese parcelitas y minifundismo, partidismos e intereses personales que no llevan a ninguna parte.

El SÓNAR de Barcelona y O SON DO CAMIÑO de Santiago, que a esta hora están compitiendo mientras esto escribo (no retumba el aire porque hay un calmuzo que lo impide...) son eventos que mueven masas. Un buen inicio de vacaciones, en que, como apuntala el locutor de turno, 'tan importante, o más, es la compañía que la música, pues de eso se trata'. Estupendo. Elogiable.
Desde la distancia, en esta bochornosa jornada, me surge otra pregunta: ¿madurarán allí, en medio de la marabunta, las tiendas de campaña y las pulseras recargables cuál va a ser su próxima parada?
Si, con las razones y apuntes que he escrito, no he sido capaz de fomentar los factores de una 'discriminación positiva' en pro de la Música (en mayúsculas), solo me queda desear que el poder benéfico de la misma ayude a discernirlos, bajo el sol radiante y la tenue luz de noche tan estrellada...
Alén, Pilar
Alén, Pilar


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