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Libros amigos

viernes, 09 de junio de 2023
Finaliza el curso y termina la temida ABAU. Hasta ahora las bibliotecas estaban llenas de universitarios. Algunos -esperemos que muy pocos- regresarán pronto para repetir la prueba que no han superado, incluidos los dos que in fraganti han sido pillados copiando: "Pan para hoy, hambre para mañana", como dice uno de los jóvenes entrevistados para el noticiario.
Ese vil copieteo, aparentemente anecdótico, ha dado que hablar a rabiar. No es algo tan extraño como para salir en el telediario, ni tan aislado como para darle tanto pábulo. Copiar es un clásico: sea con la chuleta de toda la vida, con sofisticados métodos -usando relojes digitales- Libros amigoso compartiendo confidencias por lo bajo con quien está delante, detrás o al lado. Ese fraude es más frecuente de lo que parece.
Ante esto el guardián de turno (léase: el examinador/ profesor/ docente) no debe perder la calma. Lo contario es absolutamente contraproducente.
En una ocasión, en un mes de junio, a media tarde, con un calor sofocante, estaba yo vigilando el buen discurrir de un examen. De pronto, vi a lo lejos, un muchacho que tapaba la boca con un llamativo papel color rojo. Pensé que se trataba de una chuleta al uso. Le interpelé a voz en grito: "¿Qué haces, Mateo?". Tan pronta fue la pregunta cual rauda fue la respuesta: "Estoy comiendo...". En efecto: estaba saboreando una chocolatina, Nestlé Extrafina. El resto, prefiero ni recordarlo.
Otras veces el copieteo no se percibe en el aula, pero se nota al corregir los exámenes. Si se repite reiteradamente alguna errata o un concepto mal expuesto, es señal de que ha habido un trasvase o mercadeo de apuntes torticeramente interpretados, cogidos en las clases. Ese hecho también pone de manifiesto el escaso interés en abrir un libro y confrontar los datos del aula con los que están publicados en letra impresa. Ante esto cada docente tiene su propio modo de baremarlo.
Lo que es realmente preocupante y con pocos visos de ser resuelto, siendo absolutamente lamentable, es el hecho que apuntan ahora muchos profesores y maestros: que algunos estudiantes pasan de curso en curso o terminan un ciclo o carrera sin haber abierto un libro.
¡Vaya plantel tenemos! Lo peor es que se ve a más de uno que se jacta de ello. Quizás piensen que son proezas que merecen nuestro aplauso. Intentar aprobar sin dar palo al agua es una tendencia que en todas las generaciones de algún modo se ha dado. No obstante, sabemos que prescindir de la lectura como si fuera "basura", cuando se tiene más acceso a ella en cualquier cultura, es demencial locura.
Cierto es que existen los milagros. De ahí a querer obtener un rédito positivo sin hacer esfuerzo alguno, es indignante.
Depositar encendidas súplicas ante el conmovedor "Cristo en el Huerto" de la parroquia de "La Corticela" (catedral de Santiago), por muy centenaria que sea esa talla (s. XVI) y muy fervorosos que parezcan los ruegos para aprobar sin más ni más, no es método que deba dar buen resultado. Puede funcionar, pero "a Dios rogando y con el mazo dando" ¿No les parece más apropiado?
Doy una idea por si alguien quiere seguir similar ejemplo y no puede visitar ese Cristo tan "milagreiro": prueben a sustituir ese piadoso hábito por un rezo a San José de Copertino (Copertino, 1603-Osimo, 1663), un fraile italiano que fue rechazado en diversos conventos por no tener la formación adecuada. Se le considera, entre otras cosas, patrón de los estudiantes en período de exámenes. Consejo: récenle algo a este santo y, con un poco de suerte, aprobado al canto.

Esas bibliotecas que poco a poco se van vaciando, especialmente en estos últimos meses del curso académico, siguen siendo durante todo el año lugares de estudio y de consulta, necesarios para estar en silencio, ensimismados en aparente solitaria lectura, estando al mismo tiempo acompañados de otros usuarios. Verse los unos a los otros habitualmente motiva. Quedarse en casa puede contribuir a perder el tiempo, o a no concentrarse en el libro que se tiene delante.
En las bibliotecas hay libros "a moreas" de las más diversas temáticas, antiguos y viejos, amarillentos por el paso del tiempo o recientemente editados. Contienen fondos accesibles a todas las personas, aptas para los públicos y sin límite de edad: libros, revistas o periódicos "caducados" o publicados en ese día. Incluso el último número del "Hola" o del "Marca" pueden consultarse.

Ser "ratón de biblioteca" era un piropo que cotizaba al alza. Ahora no solo es un sambenito sino síntoma de una enfermedad -"bibliomanía" la llaman- que no mata, pero que, según argumentan, aleja de la realidad, e incluso de la humanidad. Exagerado parece, pero así está codificado.
"Después de comer, ni un sobre leer", quizás sea la única frase parcialmente negativa sobre el hábito de la lectura. Dicen que es expresión de poco uso y puede que verdad sea, pero yo la he escuchado tantas veces que no me sale de la cabeza.
¿Qué leen los niños y los adolescentes? Es pregunta que ahora mucho se hace. Habrá de todo, como se imaginan. Lo importante -creo- es que comprendan lo que leen y que de esa lectura saquen el mejor provecho posible.

En esta semana que ya termina tendremos nuevamente una edición de la Semana del Libro de Santiago de Compostela (Selic, 9 al 18 de junio). Es un escaparate al aire libre donde se pueden ver, tocar y adquirir sugestivos libros que quizás no conozcamos. Libros amigosEn Orense van más adelantados. Allí hace ya unos días que se celebra La Feria del Libro (7 al 10 de junio), otro clásico que es un poco más de lo mismo, pero no por eso menos interesante.
Leer libros, o si se puede, comprarlos, es como ir metiendo monedas en una hucha para tener el día de mañana un gran tesoro. Señeros eruditos de la historia han tenido en su haber cantidad de libros, e incluso preciadas colecciones, celosamente custodiadas.
Hoy nos escudamos en que los libros ocupan demasiado espacio. Razón no falta, aunque más ocupan los maceteros con plantas, los animales domésticos y un montón de bártulos que no sabemos por qué los conservamos. Cuestión de prioridades: los libros aportan cultura; todo lo demás acumulado, en ocasiones es el resultado de una notable desidia por nuestra parte.

Si entrar y bucear en los archivos es adictivo, como hemos comentado con motivo del 9 de junio, fecha fijada para el "Día Internacional de los Archivos", no menos debería serlo frecuentar las bibliotecas, o hacerse usuarios de ellas para poder llevar los libros a casa por un tiempo limitado.
El "Día de las Bibliotecas" ya hace meses que se ha conmemorado (24 de octubre). Sería pobre circunscribir el "festejo" a un día o a una semana en todo el año.
Fomentar el hábito de la lectura no es un lujo innecesario. "Perder" el tiempo ojeando libros, folletos, diarios o lo que sea, ayuda a mantener la mente activa. Debería hacerse a menudo, aunque no basta con ver cómo, de una en una o de cuatro en cuatro, vamos pasando las hojas hasta llegar al final, sin enterarnos de nada.
Es preciso comprender lo que está escrito y, en esto, parece que se ha retrocedido bastante. No lo dicen solamente las estadísticas: es un hecho palpable.
Si la comprensión lectora se va perdiendo, la capacidad de asimilar contenidos lo hace al mismo ritmo. Además, aunque parezca algo secundario, se va atenuando la facultad de crear un espíritu crítico propio, que se irá tamizando o perfilando con el paso de los años y con la madurez que a todo ser alcanza.
Culpabilizar de que esto sucede porque hay determinados hábitos que no ayudan, o a que se hace un uso indiscriminado de todo tipo de pantallas, poco resuelve, ni menos ataca el problema de fondo.
Ver diferentes colores, efectos especiales, flashes, divertidos y parlantes mequetrefes en las pantallas de móviles y tablets es novedad que no tiene porqué ayudar. De hecho, ya algunos padres (y países) lo están constatando y vuelven atrás. ¿Lo conseguirán? El tiempo lo dirá. Fácil no está.
Cierto es que una publicación con muchas ilustraciones, como aparecen en las pantallas, atrae más que una cuajada de letras, sin puntos ni comas. Suelen señalarlo incluso ávidos o empedernidos lectores. No sé si responde a aquello de que "una imagen vale más que mil palabras". Lo veo forzado.
Las ilustraciones ayudan y su presencia tiene incontestables ventajas. La ausencia de ellas, sin embargo, no deberá ser obstáculo para disfrutar sin más de algo tan placentero. No debería perderse nunca el objetivo principal: concentrar la atención en esa lectura sin distraerse con dibujos, pinturas o garabatos.

Termino dejando como colofón una atinada sentencia que aparece en "La Dorotea" de Lope de Vega, uno de los poetas y dramaturgos más importantes de nuestro "Siglo de Oro" y de la literatura de todos los tiempos:
"Libro cerrado, no saca letrado" (Lope de Vega, en La Dorotea).

A ella añado otra que, por su brevedad, no es menos lapidaria:
"Cada libro es un amigo"
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Post data: Si todo esto han leído, con toda sinceridad les digo que "algo han avanzado"... No les doy un simple aprobado: ¡casi una matrícula se han ganado!
Alén, Pilar
Alén, Pilar


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